El pozo y la gitana

ISAIAS BARRIONUEVO

Estrecha y empedrada

la calle, fiel espejo

de la luna plateada

que posa su tímido reflejo

sobre la gitana callada: 

morena tiene las mejillas, 

sin mácula ni espanto, 

son como dos orillas 

de un escueto río diáfano

que no riega plantío ni pasto

y solo fluye sin descanso.

Desemboca la corriente 

en dos labios de carmín 

que exclaman muy fuerte

"¿Quién me querrá a mí?". 

Llega la gitana al pozuelo, 

donde desciende su lamento

para subir al corazón yerto, 

derrumbado, frágil y casi muerto. 

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