Al declinar la tarde llega la noche,
en la cual no hubo ni mirada ni reproche
Donde la diseminada arena crea dunas,
Veleidosas y tránsfugas forman medias lunas
En la cual habita el aborigen y el canguro
En clara libertad, no los separa ningún muro.
Disfrutan el uno del otro, en su convivencia
Reside su milenaria amistad, larga y regia.
Contemplación estoica y mesurada por un lado
Y admiración pretórica por el otro.
Hombres y animales en armonía viven
Pero estos dos especímenes, dentro de ellos
Una unión especial y secreta les mueven,
Comparten momentos amargos y bellos.
El paciente aborigen a distancia de susurro
Observa al manso y cándido canguro
Corcovado y a dos patas como es normal,
Alza su cabeza orgulloso cual semental.
El aborigen por su propia naturaleza.
Lleva su mano al mentón con ligereza.
Animándose a plantearse la eterna duda
Que a todo autóctono racional perturba.
¿En que piensan los canguros?
Como yo, el tiene ojos y oídos
Pero definitivamente de forma distinta
Percibe los estímulos al pasar revista.
Existirá para nosotros esa limitación,
Ese anhelo de la animal conversación.
Pero supongo lo que está pensando:
¿En qué piensa el que me está observando?
- Autor: Christian Tevar ( Offline)
- Publicado: 13 de septiembre de 2022 a las 07:35
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 42
- Usuarios favoritos de este poema: 🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮, alicia perez hernandez
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