Libro: Apotegmas en el desierto
Un día llegó a mi vida
impulsada por alguna
clase de designio que
nunca llegué a comprender...
Me habló de caminos negros,
Iluminados solamente por relámpagos,
de un jardín donde florecieron espejos
invisibles para reflejar suspiros.
Me dijo que la risa del alma arruga
el aire, que las suelas del destino
calzan un cámpago gastado, que el
amor paga a veces con monedas
falsas, que el dolor es el reverso
de lo hallado cuando se asume lo perdido.
Formuló absurdas teorías sobre
el cansancio del sol, de lo
trágico de transitar por la vida sin
cultivar un poco el desasosiego.
La archivé en mi memoria
recitando salmos con voz pagana,
trazando paralelismos entre el llanto
y los juguetes de la infancia;
supo filosofar como ninguna
y hacer dieta como cualquiera.
La recuerdo como si fuera ayer
(quizá realmente ocurrió ayer)
vertiendo conceptos ontológicos
mientras preparaba la cena.
Supe a su lado que siempre habrá
un viento soplándonos en
contra, y la mayor preocupación
no es precisamente despeinarse.
La recuerdo como si fuera mañana
reflejando su neurosis en un cuadro.
Evoco, aunque a desgano, aquella
ocasión en que, de la nada,
me preguntó cuantas veces yo
había amado sin esperanza.
Como no supe darle una respuesta
apropiada, me contó que
una vez quiso vivir todas las
vidas posibles al mismo tiempo
y en aquel momento ni
siquiera pudo padecer una sola.
Afirmó al pasar, cierto día
que agregaba teoremas a la
licuadora, que si cumplía sin
saber algún plan, era más
probable que fuera diabólico
que divino. Yo la escuchaba
absorto vociferar acerca del
movimiento telúrico de la
inocencia perdida y de pájaros
huérfanos de cielo para emigrar.
Conversábamos como intentando
formar un cadáver exquisito de forma
oral, continuando la frase del
otro con resultado dispar.
Con el tiempo se fue volviendo
medianamente predecible: A una
risa burlona siempre le seguía
el énfasis de una queja.
Fuimos cómplices de una voluntad
acorralada por las circunstancias.
Y todo transcurría, por así
decirlo, entre pensamientos
condenados a la pena de
muerte y silencios ermitaños;
y el mensaje cifrado que se oculta
dentro de una piel en llamas.
Y sin estar en nuestros planes
nos enseñó la costumbre que el
andar del caracol es comparable
al tiempo que sabemos utilizar.
"Existen angustias tan grandes que
a veces los ojos lloran nieve",
escribió cierta vez en el espejo y
no pude evitar darle la razón.
Noté en sus palabras,
aunque esporádicamente, una
vergüenza tácita, como si sus
conversaciones representaran
para ella la confesión pública
de un acto de sedición.
Supe por su vagabundo modo
de discrepar conmigo que todo
se resume en tres palabras:
Contradicción, promesa y ruina.
Y aprendí que de una sucesión de
residuos también puede nacer
un mundo de colores, donde
encontrar el mapa del tesoro oculto
en una sílaba perdida. Lástima
que todo nazca ya cronometrado.
Alguna vez sollozó con su rostro
sobre mis rodillas, sus miedos
con extraordinaria incoherencia.
Afuera había dejado de llover,
más no recuerdo que en algún
momento hubiera comenzado.
Ocasionalmente parecía como
si su conciencia se apartara de su
cuerpo, y la observara como una
extraña, casi con dolorosa ternura.
Un día se fue de mi vida
impulsada por alguna
clase de designio que
nunca llegué a comprender...
En el momento exacto
en que se alejaba llorando,
llegaban sonriendo a
mi vida todos los fantasmas.
En la infinita mentira de su parpadeo,
los relojes buscaron hacerme
creer que el tiempo pasa igual
para todos. Argumento falaz.
Aún sigo subrayando en los libros
frases que me llaman la atención,
con el sacrílego rictus (aunque sin
la belleza) con que ella lo hacía.
Y pese a tanto detalle derramado,
quizá no logre explicar
con palabras la honda huella
que su ausencia me dejó.
(El tiempo enseña, hilvanando la
delgada línea entre la ironía y la
paradoja, que las heridas del alma
no se lavan con agua oxigenada).
Me dejó su angustia indescifrable.
Todos los días la plancho.
- Autor: Mariano Torrent ( Offline)
- Publicado: 22 de septiembre de 2022 a las 07:10
- Categoría: Amor
- Lecturas: 27
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