Luciérnagas de exoesqueleto opaco y sin alas caminan las calles, de apariencia sencilla a veces con los ojos apagados, por momentos ignoran que en ellas hay luz potencial, pero en un mundo de brillos ficticios es difícil distinguir las fuentes de claridad. El ruido incesante ataca desde todos los flancos, los ojos se hicieron electrónicos con el noble propósito de cuidar nuestros pasos, persiguiéndonos en silencio por calles y avenidas, en lo masivo del transporte público parecen perderse las ideas, allí entre esos latones atiborrados apenas hay espacio para respirar; estrujones, pisadas, hurtos y roces común denominador de los días. El aire sabe a plomo, la visión turbia por el hollín apenas si alcanza a distinguir la pantalla del móvil, que como extensión de nuestros cuerpos se ha vuelto artificio indispensable para hablar, escuchar y ver, pero aún no equipara la delicadeza del tacto sobre la dermis ni emite estímulos olfativos propios que dejen huella mnémica.
Vamos con prisa en la marcha recta hacia el abismo del no ser, tenemos prisa de que acabe el día, de que llegue el final del mes, de que nazca un nuevo año. Ponemos nuestros anhelos allá afuera buscando que la materia nos dote de sentido agarrándonos a la chatarra para que nos salve de la vaporosidad de estar y en cualquier instante esfumarse dejando atrás penurias, utopías, logros y recuerdos. Como una memoria vieja nos vamos vaciando, todo lo recogido tras la cosecha se pudre sin que se pueda evitar, el desasosiego de no saber estar, ni estar al tanto de dónde se vino, ni hacia donde se va se cuela en medio de las vértebras superiores, amenazando a la testa con caer por el peso que le otorga el exceso de raciocinio, los nervios crispados hacen crujir los dientes y huesos, el tripitorio ardiente se consume en ácidos y desesperanza. ¿Qué importa ya el pasado? cuando parece no existir motivo para aguardar por el futuro.
Hijos de natura adoradores de las máquinas depositamos una fe religiosa en las bondades de la tecnología que nos acomoda la vida mientras en subterfugio se prepara para acabar con nuestro relacionamiento, libertad y goce, estamos cerca de empezar a ser autómatas de metal, de carne ya lo conseguimos por ello nos pastorea un algoritmo.
Ryan Pires ___✍🏽©
- Autor: Ryan Pires ( Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2022 a las 16:06
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.