Las auroras de diciembre
saben del sabor
de tu boca -Magdalena-
como un vaho de remota fiebre
que deshojaba
todo lo que era navegable
en la ingravidez de tus extremidades;
Me has querido mucho,
me has desnudado
y te has quedado hambrienta
después del mediodía;
¡Y yo he zozobrado para siempre!
en ese tu espacio interior,
que aun sonríe
como una herida de azúcar
cuando el crepúsculo llega.
La vida carece de sentido
cuando la ausencia ocupa el lugar
de los ratones, los pájaros
y las flores,
y la cicatriz deja de golpear oralmente
en la memoria;
Y entonces el aire se desata y nos trae
los olores al silencio,
con algo de uno mismo y una gibosa
melancolía.
¡Oh, el nunca más!
¡Oh la memoria inquieta!
¡Volátil…! como espíritu
bajando hacia la maleza;
¡Oh el recuerdo! uno solo, parcial,
trozo unívoco, vida descalza
que tranza su sed con la muerte,
gota a gota,
sobre una línea esforzada, inevitable,
hasta siempre.
- Autor: Matias 01 ( Offline)
- Publicado: 4 de octubre de 2022 a las 16:38
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 49
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z., Sierdi
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