Si el oído es laberinto del sonido
y la mente ruta sin fin del pensamiento,
hay otro que comparte el movimiento
y que encenderlo es saberse perdido.
Sobre sí llueven augurios y esperanzas
sentidas en frescas rosas del estío,
más también, como en oscuro río
se ahoga en desazón lo que era templanza.
Entre negros y verdes pasadizos
una puerta al amor o la tristeza
se abre o se cierra con presteza.
Al centro está, y su latir rojizo
silencioso enardece nuestros huesos
despertando al alma sus sentimientos.
- Autor: David Nardos (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de octubre de 2022 a las 11:48
- Categoría: Amor
- Lecturas: 35
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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