EL VIEJO AGUSTÍN

Gerardo Barbera

 

EL VIEJO AGUSTÍN

 

La Revolución roja es la muerte del vencido,

los débiles siempre morirán en la basura,

la pobreza les nutre, les permite vivir,

el líder se siente feliz, libre de pecados,

visita los pueblos y llora junto al pobre,

quema la ropa, se baña, se acuesta contento,

el líder revolucionario es un elegido,

sus botas, su uniforme, su marxismo, mentiras,

él vive en su mansión,  toma vino, su marxismo,

lee la biblia con sus dioses, enciende luces,

algunas velas  a los Orishas, fuma tabacos,

media botella de whisky, el opio del pueblo. 

 

El viejo Agustín se sienta en el banco de siempre,

todavía luce su eterna franela roja,

la que tiene los ojos negros del Comandante,

él ha sido un revolucionario desde joven,

esa herida en el hombro la recibió en el monte,

las mismas historias de cuando conoció a Castro,

conoce a muchos camaradas de la guerrilla,

le salvó la vida a varios de esos diputados,

era un guerrillero valiente, revolucionario,

está triste, apagado, olvidado en esta plaza,

camina lento,  se ha vuelto viejo el camarada.   

  

El viejo caballo de guerra, el Gran Gavilán,  

siempre habla de lo mismo, la demencia del tiempo,

llegan las aguas del otoño, las aves mueren,

la soledad del fracaso, amigos que no existen,

los libros rojos del proletariado, locuras,

los héroes muertos encerrados en los templos,

los militares traidores que nunca lucharon,

libros sagrados, firmados por el Comandante,

“serás diputado, Agustín”, también le mintieron,

las mariposas cansadas se las lleva el viento,

en el fondo, él lo sabía, ellos tienen choferes,

opresores inútiles, la misma tragedia,

llega el otoño, las aves parecen dormidas.

 

El viejo es el rostro sin dioses, sin ilusiones,

las luces apagadas, oscuridad, silencio,

la plaza es su verdadero mundo socialista,

su mente superior encierra muchos secretos,

la verdadera historia de los ovnis perdidos,

burgueses ignorantes, llegó la libertad,

lo dicen sus libros, los verdaderos maestros,

qué viva el Che, la botella de ron en sus manos,

la revolución ha llegado, viejo borracho,

la basura en sus manos, delirios y fantasmas,

la botella casi vacía, tal vez regresen,

la luna sin rostro, las esperanzas perdidas. 

 

 No se calman los huracanes en su memoria,

los campesinos asesinados, la guerrilla,

los secuestros, los robos, los muertos olvidados,

la narco-revolución, los hermanos cubanos,

vuelven cada noche, allí, debajo de la cama,

asesinos de campesinos, ladrones, narcos,

ahora viven como reyes bebiendo vino,

contando mentiras, nunca hubo revolución,

borracheras en las montañas de viejos duendes,

luciérnagas que giran en la mente culpable,

las balas que destrozaron a los más débiles,

y celebraban con cantos revolucionarios,

las madres lloraban a sus hijos, a lo lejos

los gritos, los cantos, ese el olor a tabaco,

las mentiras y cosas que  recuerda un borracho.

 

Ya no tiene el fusil entre sus manos, pobre viejo,

nunca leyó algún libro de Marx, no tuvo tiempo,

pero habla de socialismo como los profetas,

miserables capitalistas, explotadores,

esos curas ignorantes, son imperialistas,

llegará el apocalipsis de la burguesía,

final del sufrimiento del pueblo, libertad,

 el viejo guerrillero, Gran Gavilán, se muere,

cerca está el cementerio, los muertos olvidados,

el terror de los ojos que no puede olvidar,

no quiere dormir y hablar con los muertos de siempre,

manos que suplican, los disparos en la frente. 

 

El río se enfrenta al mar, y el tiempo siempre llega,

las canciones de los rostros con barbas oscuras,

guarda muchas fotos junto a viejos camaradas,

después de la botella de ron, habla con ellos,

se burlan de los tontos ignorantes, los pobres,

la gente no sabe nada de la revolución,

Agustín espera la llegada de corceles,

los jinetes rojos de la tierra prometida,

no quiere morir pobre, olvidado, como el pueblo,

el merece canciones y poemas, sus sueños,

ser ministro, riquezas, un revolucionario,

tal vez muera cerca del río, como una rata,

con miedo, pudriéndose lentamente en el barro.

 

La soledad le ha robado la vida, se va,

pronto sus huesos serán cenizas olvidadas,

no brindarán camaradas en el funeral,

tal vez, varias señoras rezarán un rosario,

una fosa común, un borracho más, un cualquiera,

los líderes seguirán en sus yates dorados,

Agustín lo sabe, todo fue una burla gris,

el discurso sobre los cadáveres del pueblo,

los campesinos de ayer, las víctimas de siempre,

la basura en bolsas negras, hormigas pisadas,

quemarán la ropa sucia, barrerán su cuarto,

ya nadie brindará en su nombre, nunca existió.

 

La plaza es tan frágil como su mundo de fuego,

las mujeres no tienen rostros, son como el viento,

las manos del viejos se deterioran, se va,

pero no irá lejos, ya no quedan aventuras,

la vejez es la negación de la vida eterna,

la revolución no tiene alma, sólo materia,

el viejo estorba, como ramas secas, lo sabe,

caen las hojas amarillas, las tardes grises,

no existe luz al final de túneles oscuros,

nunca hubo batallas, borracheras de asesinos.

La plaza es el universo fugaz en su mente,

los vestidos de verde son revolucionarios,

nada tiene sentido, la muertes, ni secuestros,

las tumbas viejas al otro lado del camino.

  

Los mismos cuervos en las copas de las palmeras,

“las balas que lo defienden”, suena el campanario,

“o las balas que lo matan”, sangre de inocentes,

la tristeza del otoño, sueños que se alejan.

Las aguas se tornan lentas, se acerca el final,

Agustín entra a su triste casa de cartón,

nadie le espera, libros rojos nunca leídos,

sabiduría revolucionaria, panfletos,

discursos repetidos, demasiada basura,

dictadores eternos, poder, placer, dinero,

viven en burbujas de oro, corona de reyes,

sentados en sus tronos, nuevos emperadores,

gusanos amarillos debajo de la cama,

ya nada importa, qué viva la revolución.

 

La brisa temprana del otoño, todo es gris,

pronto habrán nuevas elecciones, y vendrán,

tal vez, llegue al pueblo algún amigo, camarada,

sí, se abrazarán, y tomarán vino, como antes,

ah, todos en este pueblo escucharán historias,

qué viva el viejo Agustín, el revolucionario,

mostrará a todos sus libros firmados de rojo,

se irá con ellos al palacio, ya lo verán,

sentado en una mesa grande, redonda, inmensa,

el ministro Agustín, no regresará jamás,

se acaba la botella de ron, sueños, delirios,

amanece, Agustín llega a la plaza, se sienta,

ya están rotos los libros rojos, nadie vendrá.

  

 

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