Las Ramblas es la única calle
que no quisiera que acabara nunca.
—Se dice que dijo Federico en una de sus muchas visitas
a la ciudad condal para pronunciar sus expectantes conferencias.
Al final de las Ramblas me encontré
con la negra flor.
—Canción de «Radio Futura».
Hace un domingo soleado de principios de noviembre.
Desde mi ventana se puede ver el puesto de Pepe, un establecimiento tan señero y antiguo que es raro el barcelonés que un día como hoy —con este magnífico tiempo— no se acerque al menos a saludarle, si no quiere comprar alguna de sus explosivas flores.
Me contenta solo el espectáculo de color y bullicio que entra por la ventana e inunda la casa de positivismo, no necesito salirme de su alféizar para sentarme al borde de la cama, calzarme el próximo pantalón y las cercanas zapatillas y sumergirme en esa encantadora marabunta que cada domingo infesta de vida el largor de la calle, de la Rambla.
Ayer me acosté tarde, por lo que hoy toca desayunar cuando corresponde comer y a fin de cuentas ahorrarme una de las comidas del día, como hace la Flaca de la canción de Pau Donés al engañar el hambre. No me apetece prender los fogones y hacer de Arguiñano, por lo que opto por buscar un bareto de comida rápida y llenarme el estómago mientras absorto recorro y me alimento de la energía que emerge de esta calle.
Cerca, al fondo de la misma si te diriges hacia el este, está mirando hacia el mar Colón, señalando con su dedo enhiesto hacia adónde queda el progreso.
Cada vez hacen las hamburguesas con menos sustancia —pienso— y me voy parando como en procesión ora a comprar alguna flor para darle un toque vital al apartamento ora a hablar con alguno de los legendarios floristas que desde casi su niñez no abandonan el puesto, caigan chuzos de punta o caiga el infierno sobre sus cabezas.
Me voy a sentar en este banco —me digo— y saco uno de los libros que he contenido en este morral que llevo a la espalda. Me gusta pararme a leer aquí, en este preciso banco, después de haber ejercitado un rato las piernas; es como un premio al esfuerzo casi impalpable que conlleva el ejercicio matutino de recorrer la Rambla, aunque esfuerzo no es precisamente la palabra más acertada.
Desde donde estoy puedo ver mi ventana —vaya, la he dejado abierta...—, y esa tontería, parece que no, me hace sentir que estoy en el salón, al otro lado de las miradas, en intimidad pero rodeado de miles de personas —la intimidad es una sensación, no un dato real— y las historias que me salen a los ojos por la magia del azar las vivo como más intensamente que si realmente estuviera ajeno a esta pulsión tan deliciosa, tan vital, que ahora me rodea, y que supone una banda sonora perfecta para las tramas que me van viniendo sin cesar.
Voy a dejar la escritura de momento, no quiero cansarte. Ya otro día, si quieres, me llamas y te sigo contando en tinta esto que me pasa aquí —solo aquí, y a ti.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de noviembre de 2022 a las 12:49
- Comentario del autor sobre el poema: Soy urbano y ese es mi destino. Tengo la suerte de que en esta inevitable urbanidad me puedo sumergir en el campo de ciertos parques que salpican de delicia mi ciudad. Sí, tengo mucha suerte.
- Categoría: Fecha especial
- Lecturas: 32
- Usuarios favoritos de este poema: Martha patricia B, Dante Cruz Velez, Alexandra L, alicia perez hernandez, lacarmentere
Comentarios4
Cautivadora prosa poética, mi estimado poeta Alberto Escobar.
Hermosas imágenes plasmadas con una pluma.
Me alegra que te haya parecido así. Un saludo Bolívar.
Gracias por llevarme contigo, muy lindo tu paseo que he hecho mío. Abracitos
De eso se trata, de que viajes encima de cada palabra y dejarte llevar. Un abrazo Martha y siempre contento de que vuelvas.
Casi que hemos caminado por la calle de las ramblas, con sus frases y sus narraciones, donde nos relata que se siente y que inspira a uno, al pasear por este lugar tan conocido de cataluña.
Esa ha sido mi intención. Estuve allí hace algo más de siete años e hice una mezcla entre los recuerdos y mi actualidad. Un saludo Jorge.
Dale, acepto la propuesta. Tal vez una mañana me llego hasta tu casa (¿en Barcelona dijiste que queda?) y te acompaño en tu paseo por La Rambla y nos sentamos en ese banco, hablamos del libro que estás leyendo y de bueyes perdidos...
Pude imaginarlo a través de tu relato.
Abrazo
No vayas a Barcelona porque no me vas a encontrar. Mejor a Sevilla. Saludos Tere.
Pues pásame la ubicación jajaja 🥰
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