Acurrucada en un rincón de la habitación, en una fragilidad asombrosa, la miré llorar. La luz de sus pupilas tambaleo mi serenidad. Quise seguir sin mirar atrás, y no pude. No puedo abandonarla una vez más. ¡Era suficiente! La tomé entre mis brazos, y en un cáliz de lágrimas, prometimos no abandonarnos jamás. El frío de su cuerpo y la calidez del mío, hicieron de ese momento un algo único y especial.
Dirigimos la mirada a la máquina de coser. Ese bonito juguete, que, aunque suyo, nunca pudo disfrutar. La madre, creía que, se miraban bonitos encima de los armarios, de los estantes, lejos de las manos inquietas y destructoras de los pequeños, para, un día, cuando se hicieran grandes, ser lanzados por estos, al bote de la basura en total virginidad. ¡Maldita estupidez!
Suerte, que en el juego misterioso de la vida, halló enterrado entre los granos de arena, un caballito color pastel, de un rosado intenso. Adolecía de la patita derecha. Para ella, era perfecto. Un regalo del cielo que nunca le sería arrebatado. Este hermoso juguete que le regaló el destino, deambulo en sus noches de vigilia extrema, de risas saturadas de tulipanes azules, y noches de luna clara. Ahí estuvo, y está, a la vista de las dos. Soportó el paso imperdonable del tiempo, para, en últimas, descansar sobre el escritorio atestado de libros, lápices, bocetos y pinceles.
Un frío intenso y casi que doloroso me recorre cuando lo palpó, parece abrigar el instante aquel cuando le hallé. Eran tiempos difíciles. No obstante, el sol fijó su aureola en el centro del firmamento, extendiendo sus rayos luminiscentes de amor y esperanza sobre la bóveda celeste, sobre la esfera terrestre, los abedules azules se acariciaban unos a otros, y la imaginación volaba sin atadura alguna. Tanto ha pasado, y mi alma aún se sacude ante el olor a hierbabuena, el monte florecido, la mirla encantada, el misterioso gato blanco, y el pequeño caballito que, un día, pinto de tulipanes azules, la fuerza e intensidad de mi sangre roja.
Los arroyos que lastiman los recuerdos
Se han tejido de agridulce sabor a fuego, a esperanza.
El hilo imperceptible que los sacude aún se agita
En lo profundo del alma.
Y esa fuerza silenciosa, danza en el filo prohibido de la vida
Y de la muerte.
Imagen: Dibujo de mi autoría.
Luz Marina Méndez Carrillo/20/11/2022/ Derechos de autor reservados.
Obra registrada en Cedro-España/ https://www.cedro.org/
- Autor: VITRALES DEL ALMA ( Offline)
- Publicado: 20 de noviembre de 2022 a las 17:59
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 43
- Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque, Martha patricia B, alicia perez hernandez
Comentarios2
Me encantó, gracias. ✌
Gracias Tommy por llegar, por leerme. Saludos.
Interesante relato, saludos amiga poeta grato leerte. Un abracito.
Patricia, bienvenida. Gracias por tu mensaje de apoyo. Saludos.
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