Vistió toda su piel
de castos artificios,
de la blanca pureza virginal
que otorgan los armiños.
Hierática vestal
del riguroso mármol que, pulido,
alivia los contornos delicados
del templo bizantino.
Misterioso santuario,
sepulcro donde yacen los cariños
de púberes pasados,
de amores de otro siglo.
Lucían la coraza de su porte
dos vidrios de berilo,
que helaban los humores de mi cuerpo
vistazos fugitivos.
¡Qué pena la pusieran en mi senda
los hados del destino!
¡Qué pena que quisiera mi codicia
entrar en su recinto!
¡Qué error no adivinar
que su boca mentía entre suspiros,
que era su corazón
de piedra y de granito!
Pensaba que el contacto con sus labios
llenaba las tinieblas del vacío,
y sólo penetraba en el infierno,
pensando que pasaba al paraíso.
- Autor: Raúl Carreras ( Offline)
- Publicado: 25 de noviembre de 2022 a las 09:33
- Categoría: Amor
- Lecturas: 59
- Usuarios favoritos de este poema: Jerry Mendez, Rafael Escobar, LORENZO ARATU, alicia perez hernandez, Xabier Abando
Comentarios3
Muy buen poema. Me encantó la ultima estrofa.
Saludos.
Muchas gracias por tus palabras, Jerry. Un saludo.
Me ha gustado tu Poema.
¿Silva arromanzada?
Muchas gracias, Lorenzo. Así es, es una silva arromanzada.
Un saludo.
Precioso poema, sugerente y admirablemente escrito. Saludos
Muchas gracias por tus palabras, Xabier. Un saludo.
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