Amigos

La noche es injusta, corta silenciosa e intranquila, solo ella portadora de obscuridad y vida, insensata, incongruente, así es la noche constelada y fría.

Ella: ¿Por qué no duermes conmigo? El: ¿Estás segura? Guardan silencio y se meten entre sabanas, buscando descansar. La ve, inmóvil, dulcemente dormida y siente la dicha que es tenerla y volver a dormir juntos, solo piensa: “que fortuna la mía, coincidir con ella en esta resurrecta vida.

Entre el gélido paso de los minutos, busca encenderla, el fugaz beso para despertarla, la caricia que le haga arder, el susurro que estremezca sus sentidos, el busca y busca sin encontrar un momento exacto para tomar su cuerpo, para consumir su alma y fundirse con ella en el milenario juego del amor. El busca y ella espera.

La noche está callada, constelada y fría. En ella los amigos se entregan al beso seductor, a la caricia desbocada, se entrega, se besan, se miran, se cortejan como dos extraños. Dos insensatos conocidos en el alma pero desconocidos en la cama, en ese sitio predilecto del arte de fornicar sin control.

Sus labios se buscan y se encuentra, se recorren como la gota transpirada que enmarca la senda de sus sinuosos cuerpos, tocan los puntos correctos para arder, para sucumbir hedónicos al sutil instante en que dos amigos se entregan.

En un pequeño momento de lucidez, los amigo paran y reflexionan, ríen y todo el fuego que el beso pasional desató se ve consumido por el sutil temor de dos amigos jugando al amor…