En un sosiego de mansa lluvia

Raúl Carreras

En un sosiego de mansa lluvia,
con las lucernas de los faroles
reverberando con inquietud
como los vientos en los alcores
que en el quejido que los aflige
son el espanto de aquellas voces
que se lamentan por no tenerte,
el vil silencio fue nuestra morgue.

Ni una palabra partió del labio
que perturbase las emociones
encarceladas en ambos ojos
evocadoras de antiguos goces.

Fueron los charcos que recogieron
cada reflejo de faustas noches
los recipientes de la amalgama
de tristes aguas y oscuros bronces.

Y esas lágrimas que se enjugaron
en el alféizar del horizonte
de unos luceros desfallecidos
por tantas lunas de piel de azogue,
siempre recuerdan que de su boca
no brotan besos acogedores
ni más mentiras reconfortantes,
y en mi mutismo…, ya no hay perdones. 

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