**~Novela Corta - Silente - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Ricardo del Monte lleva en su corazón felicidad porque cada vez que mira a la luna en la piel siente fiebre de luna en la noche traviesa que desea amar a Emilia del Campo. Si Emilia del Campo supiera que Ricardo del Monte la ama como ella lo ama sería feliz con el amor de Ricardo del Monte. Emilia del Campo, una joven soñadora de apenas veinte años de edad se aferra a la vida de la soltería, cuando el amor no lo encuentra en su camino ni en su corazón. Ricardo del Monte piensa en la joven como algo imposible en poder amar. Y él se imagina en poder amar a la joven con un amor con la fiebre de luna, porque cuando Ricardo del Monte sabe de la existencia de Emilia del Campo, si la llega a conocer por encomiendas de la vida. Se conocen Ricardo del Monte y Emilia del Campo en una noche de fiebre de luna, cuando la luna está llena y, aúllan los lobos al percibir la luna y ellos dos desean amar. Cuando en la piel tanto de Ricardo del Monte como de Emilia del Campo se electriza de un torrente de sensaciones buenas como lo es amar bajo la fiebre de luna. Si la fiebre de luna siente la presencia de los dos amores y supiera de la piel enamorada entre ambos amará de igual forma, pero, Emilia del Campo no sospecha que Ricardo del Monte la ama con total desenfreno como la fiebre de luna. Y, si la luna brilla con su color blanco nácar como si dejara caer su velo sobre los enamorados y, cubriendo el corazón lleno de amor. El amor de ambos es comparado como la fiebre de luna y, con un buen sabor de boca cuando lo que provoca es amar con amor en la fiebre de luna. Porque cuando se aman ambos se conecta el corazón en un solo latir sucumbiendo al trance de lo perfecto queriendo amar con amor. Si Emilia del Campo pudiese saber de la existencia del amor de Ricardo del Monte en su pobre y débil corazón hubiese tenido un fuerte corazón amando sin razón alguna y llena de la locura y de la tortura de un buen amor en el corazón, pero, no supo nunca que Ricardo del Monte la ama tanto como la fiebre de luna en el cielo estrellado en la noche como un derroche por un amor. Y, Emilia del Campo pensando e imaginando su amor correspondido por Ricardo del Monte, pero, ella no sabe que su corazón es amado.

Emilia del Campo labora en el Museo de Arte en la esquina frente a la biblioteca nacional del pueblo. Cuando en el tiempo como trabajadora incansable se debe su vida al trabajo. Y, Ricardo del Monte la visita asiduamente cuando es maestro en la escuela elemental del pueblo y realiza excursiones hacia el Museo de Arte donde labora Emilia del Campo. Ambos tienen una relación profesional de maestro e historiadora del Museo de Arte. La vida de ambos se deja llevar por el tiempo y por horas laborables de sus trabajos. Cuando está en el alcance de la verdad se siente como un desastre por identificar su corazón amando en soledad con noche llena de la fiebre de luna. Porque cuando Ricardo del Monte percibe y asimila a la fiebre de luna como llegar a su hogar en la noche y sólo pensando en Emilia del Campo como un amor inalcanzable deseando abrir su corazón con el amor perfecto de Emilia del Campo, pero, Ricardo del Monte cree que es imposible su amor sin poder ser correspondido. Cuando en el instinto en su corazon amó como nunca a Emilia del Campo como a su único amor en el corazón deseando amar bajo la fiebre de luna. Cuando en esa fría noche recuesta su cuerpo cansado, extenuado, desesperado, pero, enamorado por Emilia del Campo y observando a la fiebre de luna por la ventana y se imagina poder amar con pasión a Emilia del Campo. Cuando en esa noche clandestina y en soledad se atrevió a imaginar a Emilia del Campo en su pensamiento como la flor o la rosa en el jardín de su corazón. Cuando en el altercado frío de su pobre corazón se vio letal y tan irreal porque Ricardo del Monte cree que ella no lo ama. Y Emilia del Campo creyendo lo peor, cuando en la verdad de que Ricardo del Monte, sí, la ama como ella misma lo puede amar. Si la fiebre de luna se ve en el cielo como una bola de fuego que aún no caduca en el tiempo su estable luz. Cuando en el instante cruzó por el cielo una fuerza de piel en voluntad fría y tan ardiente como el mismo calor en la misma piel de Emilia del Campo. Porque cuando Ricardo del Monte sabe que puede amar a Emilia del Campo, sólo se aterra su piel con la fiebre de luna como ardiente es la pasión. Cuando el alma se aferró a la mala insistencia de creer en el combate en poder ver la señal en el cielo de una aventura nueva. Y Ricardo del Monte quedó silente, pues, en el silencio barrió con el alma dispuesta a amar a Emilia del Campo cuando la quiso conocer mejor. Si en el alma de Ricardo del Monte se vio entristecido de espantos cuando en esa noche a expensas de la fiebre de luna se enamoró más de Emilia del Campo, cuando observó a la fiebre de luna como luna llena en el mismo cielo de color añil. Y se quiso entretener observando e imaginando como todo hombre amar a Emilia del Campo, pero, su instinto quedó como exorbitante en el quehacer del mañana. Cuando en el tiempo y más en el ocaso de esa nueva tarde se vio friolero y tan friolento como el hielo cuando miró a los ojos de Emilia del Campo en otra excursión de la escuela donde labora como maestro. Y se dejó llevar por esos ojos tan grandes como la fiebre de luna que le encanta observar en las noches de luna llena. Cuando en verdad se sintió tan indeleble como la misma alma en la propia luna, como si estuviera imborrable en esa luna sí en la fiebre de luna de una noche tormentosa de espantos nocturnos. Cuando en el trance de la verdad fue tan ingrato el sueño de Ricardo del Monte cuando en la noche soñó lo que sueña un hombre queriendo amar a la mujer de sus sueños. Cuando en la intemperie de ese cruel sueño no le bastó soñar con Emilia del Campo sino que quiso entablar una conversación más seria y con más relación con ella. Cuando, al fin y al cabo, quiso entregar el alma y más el cuerpo y la vida y la seria y conmísera vida y más el corazón amando, pero, queda silente, como un silencio autónomo de su pobre existencia cuando no se le ocurre más que invitar a salir a Emilia del Campo. Si en el instante y como el terrible desenlace de esa buena conversación se sintió friolero y tan electrizante como friolento en el alma pidiendo que Emilia del Campo saliera con él a un restaurante en la noche del sábado y otra vez, quedó silente, sin poder decir ni invitar a Emilia del Campo cuando fue interrumpido por otro historiador del museo. Emilia del Campo, le dice adiós con la mano, y se marcha lejos de él y con un silencio aterrador como Ricardo del Monte tan silente. Y recuerda a la noche anterior, cuando se halla pensando e imaginando concertando esa cita al restaurante con Emilia del Campo, y despertó de ese sueño en letargo cuando se adormece su instinto salvaje de hombre tan enamorado. Si en el instante se vio atormentado y friolero como el embate de dar una seriedad autónoma de creer en el silencio silente de toda una vida sin defectos y en la total perfección de toda una vida dando sólo amor y del bueno. Si en el instante se edificó una forma de converger en el alma enamorada de Ricardo del Monte y Emilia del Campo, cuando en fin se sintió con el alma funesta de entrever el instante en que más se enamoró Ricardo del Monte de Emilia del Campo. Si quiso dar una sola salvación fría en querer amarrar el alma llena de fríos adyacentes de frialdades en la piel. Cuando Ricardo del Monte y Emilia del Campo quedó tan enamorado como la fiebre de luna en una luna de fiebres de lunas como en el instante o en la noche observar a esa luna traviesa en el cielo de azul añil. 

Porque Ricardo del Monte que es maestro en la escuela llega otro día y siente una fuerte necesidad en atraer a Emilia del Campo hacia su corazón tan enamorado como de costumbre en la rica sensación. Cuando en el siniestro cálido de una sola verdad se identificó la sola perfección en creer en el desenlace frío en creer en el corazón enamorado de Ricardo del Monte. Cuando ocurre el frío desenlace de creer en el combate álgido en dar una sola salvación y tan fría como el ir y venir lejos de ese amor que lleva en el alma, Ricardo del Monte por Emilia del Campo. Cuando en ese amor se fue de acuerdo con el amor propio en no querer salir de ese trance perfecto del amor en el corazón. Cuando en el amor propio siente Ricardo del Monte  como el desenlace fatal de mirar y observar como el instinto incierto de mirar en el alma de Emilia del Campo una luz descendente en poder creer en el momento en que el único trance de la verdad se vio inmortal como letal e irreal como si ese amor fuera de mentiras en el corazón de Ricardo del Monte por Emilia del Campo. Cuando en el trance de lo irreal se debió de dar como la buena insistencia en dar una sola solución en querer amar lo más bueno de la vida queriendo amarrar el amor en el corazón de Ricardo del Monte por Emilia del Campo. Si en el alma de un sólo tiempo se cuece entre los celos de un mal porvenir en creer en el alma con una sola verdad en poder creer en el mal inconsecuente en dar con una sola insistencia de una intemperie y muy dolorosa. Cuando en el trance de la verdad se vio friolero, pero, muy candente como la fiebre de luna en el mismo cielo de azul añil, cuando en el trance de la verdad se vio friolento, pero, en el debate de una sola insospechada letal daga en el pecho o en el mismo corazón. Porque cuando en el museo donde labora Emilia del Campo, Ricardo del Campo, llegó con un grupo de niños para excursión, y se miran a los ojos Ricardo y Emilia como interrumpiendo la osadía de creer en el alma y cegando en el camino por amor en el alma una sola verdad insistente en poder creer en el alma con una sola verdad en el desierto frío en dar una sola persistencia en creer en el alma con una sola verdad. Porque cuando arriba Ricardo del Monte al museo se intensificó como el ir y venir lejos de la sola realidad en querer la insistencia del instinto en ofrecer como el querer como una sola verdad en querer amarrar el deseo de entregar la osadía en amar la razón entera de creer en el alma de Ricardo del Monte como el saber de la insistencia en querer desear la conmísera fría atracción en querer el sentimiento en poder abrir el deseo en camisas de dolores en álgido sentir, porque en la verdad de que el instante se fue como el dolor en el alma sintiendo la ilusión en dar una acción en amar lo que queda y resta en el corazón de Ricardo del Monte por Emilia del Campo. Cuando en el desenlace de creer en el alma se debió de amar a consecuencias frías en querer amar sin más ni más y el frío de la voluntad de Ricardo del Monte por Emilia del Campo, en el frío desenlace final en amar a Emilia del Campo que ella ni sabe ni siente ni percibe el amor entre Ricardo del Monte por ella. Cuando en el embate de una sonrisa se sabe que el deseo es fuerte como la vida misma, pero, en el primer beso entre Ricardo del Monte y Emilia del Campo, fue en el sueño de Ricardo del Monte por Emilia del Campo cuando en el instante se intensificó como el paisaje en cada reflejo en el sueño sin debate alguno. Cuando la sorpresa de ese beso álgido, pero, ardiente y se electrizó más y más el combate en querer entregar el alma muriendo de tiempo y sin más ni más en querer amarrar el delirio frío en querer amarrar el deseo en la piel entre Ricardo del Monte y de Emilia del Campo. Cuando en el alma de una sola verdad y como la realidad fría y álgida como en el tiempo y como en el embate de poder creer en el alma una sola insistencia y en hacer de la vida una sola certeza. Cuando el alma de Ricardo del Monte y la de Emilia del Campo se nota que el deseo de amar viene de ambos sin saber cada uno de que se aman. Y, Ricardo del Monte sintiendo el coraje en percibir en el trance de la verdad y se aferró al mal deseo y al mal desenlace fatal. Porque cuando en ese desenlace en creer que tanto Ricardo del Monte y Emilia del Campo se sienten sin poder saber de que cada uno siente amor uno por el otro. Y, ese beso en ese sueño en que Ricardo del Monte le ofrece a Emilia del Campo como poder amar bajo la luz de la fiebre de luna y, siempre callando ese amor tan silente como el silencio en el corazón. Y, tanto Ricardo del Monte y Emilia del Campo se aman bajo ese sueño que tiene Ricardo del Monte bajo la observación por la ventana de la fiebre de luna desde su habitación. Cuando de pronto, se siente desesperado como el tormento frío de un solo instante en creer que ese beso no es un sueño, es una realidad. Y, Ricardo del Monte y Emilia del Campo se besan dejando saber que ese amor es perdurable. Cuando en el instante de dar una señal se vio muerto de un amor en que la ilusión es de ambos, pero, no, no era ilusión sino una decepción y, tan clara como ese sueño. Cuando el sueño indeleble de un pecado de amor, el cual, duró lo que perduró su amor de ensueño. Porque el amor de Ricardo del Monte y Emilia del Campo se sintió como en las nubes un sueño real. Y, el amor entre ambos quedó imborrable en el sentido en querer amar sin sentido, sin sueño y en la pura realidad de que el amor entre Ricardo del Monte y Emilia del Campo se hace visible, verídico, vivaz y, real. Cuando en el trance de la situación del sueño vivo se siente como el instinto en querer amar en cuerpo y alma a Emilia del Campo sintiendo el coraje para entregar amor en el corazón. Y, Ricardo del Monte y Emilia del Campo se enamoran de un tormento como el trayecto real en querer amar como una sola verdad y, se fue de la vida y, de la tempestad cuando se halla desnudo como el sueño pertinaz de creer en el alma una sola verdad. Porque cuando en el alma de Ricardo del Monte se siente como poder salir de ese sueño y hacer real como un beso en que desea ofrecer por el amor a Emilia del Campo. Y, ese beso se sintió verdadero cuando se halla el maestro frente a Emilia del Campo porque en el momento se siente y se percibe como el mismo instante en que gana el tiempo como una sola verdad. Cuando Ricardo del Monte quiere amar a Emilia del Campo se ve aferrado al deseo, a la vehemencia, a la pasión ardiente en creer que ese amor se aferra al mismo deseo que él quiere entregar. Cuando en el altercado frío se siente como es verdadero el desastre en amar en ese sueño de la noche anterior de Ricardo del Monte. Ricardo del Monte llega a su hogar, irrumpe con la fiebre de luna observando a la luna desde su ventana y, quiere entregar cuerpo y alma amando a Emilia del Campo en ese delirio frío y friolento. Porque cuando en el alma de Ricardo del Monte se sintió tan desolada como ardiente y lleno de pasión por el amor de Emilia del Campo cuando ese sueño con ese beso desea repetir o que sea viceversa que ella le otorgara ese beso a él. Cuando en el sueño se debate una sensación de rico porvenir cuando en el tiempo y más en el ocaso se vio soñando, otra vez. Si en esa noche clandestina llena de soledad se vio helado de tanto frío en su alma sin debate en la espera de un solo instante en que se siente en plena soledad. Porque en el silencio de ese amor se espera a que sea silente su corazón en la fiebre de luna, cuando entre ambos se amara mejor. Y, ese sueño real se da como principio de un tormento en que se encierra el deseo, el sueño y, el alma en poder amar como se espera porque en el mañana se verá solo, sin amor, sin compañía y, en plena soledad. Y, Ricardo del Monte se siente como desapercibido en el tormento en entregar cuerpo, alma y, corazón a Emilia del Campo.



Continuará……………………………………………………………………………                                 

                                            

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de diciembre de 2022 a las 00:01
  • Comentario del autor sobre el poema: ~ * ~Sinopsis: ~ * ~Ricardo del Monte, cada vez que mira a la fiebre de luna quiere poder amar a Emilia del Campo…y queda silente…Mi #22 de novelas cortas en el año 2022… Mi #110 de novelas cortas hasta el año 2022…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 17
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