Mi guitarra

¿Que qué importancia tiene para mí el silencio en el cante? Es lo más hermoso del mundo, ahí se para el viento, se para el tiempo, cuando estás compenetrado con la guitarra es...

—Manuel Moreno " El Pele".

La guitarra, mi guitarra,
mi fiel compañera de juergas,
esa que nunca se queja, esa
que piensa que todo es poco
si la dicha es buena, esa 
que siempre da la nota, la nota buena.
En el mercadillo de abastos tengo sitio,
a las ocho de la tarde empieza el concierto.
La gente aguarda desde una hora antes,
se aglutina en torno a un posible duende,
una magia que de repente surja, por ensalmo.
Me siento, en una silla de anea,
coloco su cintura sobre mi regazo,
hago los tientos para busca afine, que bien suene,
rasgueo sus cuerdas lo suficiente, hiero mis uñas
con delirio contra bordón y prima
hasta que el sonido es perfecto, hasta que la rima
de mis letras encuentra telón de fondo,
abrigo entre sus arpegios y quejíos. 
La guitarra, mi guitarra, esa que no cesa
en el empeño de seguirme, fiel compañera,
nunca se queja, ni siquiera cuando por azar del destino
se rompe una cuerda —son gajes del oficio.
Querida, si fueses mujer te tendría eterna 
sobre un pedestal de oro y madreperlas,
con una cuna tierna para que tu madera
no sufra el paso del tiempo, con una mantita
de terciopelo verde que simule el campo,
la floresta de donde naciste, de ese tronco
que devino materia para tu resonancia excelsa. 
Esa, sí, mi guitarra, mi fiel compañera, 
siempre preparada, siempre dispuesta, sí. 
Y eso que le doy jarana, trabajo y pena,
un sinfín de conciertos, rasgueos y juergas
que sin fin se van sucediendo, carrusel sin tregua. 
Sí, te quiero como si en vez de madera
fuera carne lo que contornea tu aire. 
Cásate conmigo, sin ti no imagino una vida,
dame un sí rápido, que mi amor no tiene espera.
Tápate, no cojas frío, espérame que ahora ensayamos
para el próximo del siguiente concierto. 
Ahora vuelvo, no te vayas... que muero.