Amo mi país
no desde un patriotismo rancio,
sino desde el arraigo en su sol
y desde la riqueza de su pasado.
Mi país me ha enseñado
a leer y escribir y me ha curado
cuando me he puesto enfermo,
pero yo he contribuido a ello
pagando impuestos, por eso
jamás cogería un fusil
para defender banderas ni fronteras,
sí para defender la libertad
que me legaron mis ancestros;
no para mantener gobiernos,
sí para preservar el futuro
de mi hija;
no para cubrirle la espalda
a la soberanía,
sí para salvar de la quema
a Don Quijote.
Amo mi país como un padre
puede amar a un hijo toxicómano,
que aunque sabe
que no tiene remedio,
o mejor dicho,
por ese mismo motivo
siente por él una compasión
infinita.
Por tratarse de mi hábitat natural
nunca he pisado otro lugar
que no sea mi país
y solo saldría de él para ver
las cataratas del Niágara
o para evitar morir de hambre;
Nunca en busca del dorado,
pero no por ello lo considero
más mío que un no nacido en él.
Por amor a mi país me sacrifico
cuando lo azota una catástrofe
y si tengo que privarme
de ir a Disneyland
para contribuir a levantarlo,
me privo gustosamente.
Nunca necesité ir a Disney
porque puedo construirlo
con mis 2 neuronas
(son pocas pero están
bien interconectadas).
Amo mi país a pesar
de la eterna corruptela
y de su enquistada polaridad;
a pesar de su extraña habilidad
para sostenerse siempre
sobre el filo de la navaja
sin llegar a cortarse;
por su capacidad
para levantarse de las caídas
más estrepitosas,
para reconstruirse una y otra vez
sobre las ruinas de su historia.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de diciembre de 2022 a las 15:58
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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