1 de enero

Cada día quisiera llegar a aquel pasado
cuando un brazo haló el tiempo al futuro
y sentir el destino entre las manos
y luego saber que todo será duro.

Pero la historia me asignó por trinchera
estos años que parecen detenidos,
con la misión de embarazar la era
para que brillen estrellas en sus hijos.

Para muchos ya estamos muertos,
muchos de entre nosotros mismos,
lo fatal, el llanto está en lo cierto 
y es difícil escapar a esos designios.

Pero lo declaro: no me da la gana
que desparezca mi, nuestra felicidad
y olvidemos sus muertos mañana
y perdamos el derecho a nuestra edad.

Por encima de desconcierto y errores,
conservamos el derecho sagrado: luchar
por unir cada hombre a los amores,
para que vayan juntos al beso universal.

Dicen que todo termina algún día
y que todo nos señala y nos condena,
pero mirémonos de frente, sin prisa
y mostremos sin pena esta pena.

Si debemos llorar, adelante el llanto
que limpie el suelo de tantas cruces
y nos logre recordar por qué soñamos
y en nuestro cielo prenda las luces.

«Terminar de tumbar toda esta mierda»,
tras la primera ojeada, tiene la razón
porque debemos buscar una cuerda
que separe nuestra oscuridad del sol.