AMOR POR LA CAMPIÑA

Amelia Suârez Oquendo

 

AMOR POR LA CAMPIÑA

Abro los ojos y veo,

bien temprano en la mañana,

el verdor de la arboleda

donde mariposas vuelan

con atrayente atavió.

Y escucho cantar al río

al compas de los sinsontes,

pajarillos de los montes

que alegran con su cantío.

Respiro, con gran placer,

el olor de la sabana

mezclado con el aroma

mañanero del café.

Oigo el susurro del viento

al despuntar la alborada,

las tonadas de los gallos

y  hasta el trote del caballo

de un labrados que apurado

despertó en la madrugada.

Me caliento, si hace frio,

con rayos del sol saliente,

y me refresco en verano,

Si me sofoca el calor,

con la brisa de las ramas

que abanican con su aliento.

Me mojo en la guardarraya

con una lluvia precoz

y veo los campos de arroz

que un campesino cultiva

y observo, cómo es cuidan,

las palmas con sus penachos

cuando una nube, en su paso,

casi se les viene encima.

Me siento bajo la sombra,

de una Ceiba milenaria

bautizada con historias

de hechizos y brujerías

que en contubernio,

en sus días, mis tías

abuelas contaban.

Recuerdo cada tonada,

sobre gallardas tojosas,

que mi madre, cariñosa,

me susurraba al oído

en los cuidos de mi infancia.

Y me siento bajo la hierba,

húmeda y reverdecida,

para escribir con presteza,

un rutilante poema

sobre el amor que me inspira

la madre naturaleza.

 

Amelia Suárez Oquendo

De mi libro mi amor en versos.

 

 

 

 

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