Historia casual

Anne Black

Iban caminando rumbo al trabajo, nada especial, romántico, ni mucho menos. No se si ella lloraba o si solo estaba afligida, no se si él hablaba desafiante y con algo de agresividad. Sin embargo no pude evitar seguirlos un buen rato, estudiarlos desde lejos y sacar conclusiones. Él estaba nervioso, su tono de voz se elevaba cada vez mas y ella miraba a su alrededor penosamente y suspiraba y continuaba observando por la ventanilla del ómnibus.

Estaba casi seguro que su destino era el trabajo, pues ambos vestían con el ambo sublimado con el nombre de una "peluquería canina". Llevaban una mochila cada uno; la de ella no parecía contener demasiado. Y aunque el transporte estaba lleno, él seguía soltando palabrotas y ella escuchaba sin responder, hasta que de repente se la oye decirle: - "Ya para" - pues su voz parecía querer haber sido suave, pero el grito genero la mirada de todos sobre ella.

Entonces dos paradas mas adelante coincidimos y terminamos por bajar los tres, era de esperarse que ella empezara a llorar mientras él la agredía verbalmente, hasta que la obligo a retirarse:

- ¡Retírate, no quiero ir contigo! ¡vete a casa!

- No Gabriel, vinimos juntos, nos vamos juntos.

- Entonces joróbate, porque no me moveré de aquí.

- Pero, Gabriel...

Una mirada fría trajo un mensaje claro que solo ella comprendió, pues con eso basto para que ella revoleara la mochila que traía puesta contra el piso, y así tomar rumbo hacia su casa. Con la esperanza de que él la siguiera desde atrás, y para comprobarlo se excuso parando en un kiosco. Entonces cuidadosamente giro su cabeza, pero él no estaba, él escogió otro camino. Y ella comenzó a experimentar una mezcla de sentimientos y emociones; el pecho se le cerraba, respiraba profundo para conseguir controlarlo, sus ojos se llenaban de agua pero prometió que no lloraría, porque sus lágrimas no las merecía. Su estado emocional me conmovió tanto que estaba decidido a continuar siguiendo sus pasos; necesitaba asegurarme de que llegaría a salvo, así que permanecí caminando por la calle Alvear, cruzamos Boulevard Bs As, y en la AMAT que estaba no a mas de trescientos metros, paro y se mojo la cabeza en la canilla que estaba ahí, bebió un poco de agua y se dirigió por el corazón del parque hasta la calle para cruzar, y de esa forma llegar hasta Garzón.

Insistió con la caminata treinta cuadras mas, sus nervios no aflojaban, temblaba un poco; decepcionada, desbastada y desprotegida llamo a su madre, pero no le dijo nada, solo hablaron del calor hasta que decidió que era hora de cortar, pues estaba a una cuadra de su casa y no tenía sentido alguno entrar con el teléfono en la mano, así que lo guardo y busco las llaves, abrió la puerta y sin que lo supiera me despedí.

 

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