Sonrisa de Raquel

jesusverbo777

Era con su linda risa la estampa de una rosa,

con su rojo labial, hacia coquetos a mi feo gesto;

solo creía que aquella risa, era más bien juego que goza

una muchacha así, jamás despacha desbordando eso.

 

¡Fermín ven ayudarme aquí!; decía en estante tres,

¡Ah! benditos libros descompuestos! podría abordarla luego,

colocaba aquellos, pero esperaba momento para un revés,

mirarla, hablarle, gestearle y generar algún tipo de apego.

 

Raquel con su mano, rosaba a la madura mía, no lo creía,

mi avanzada edad con su ternura de niña traviesa, difería,

a aquel instante, la acorde propuesta de galantería;

¡Raquel pásame esos libros! Y culminaba aquel contacto vía.

 

Aunque juego, aquella sonrisa, la llevaba dentro de mi alma,

en mi soledad de cuarto, después de jornadas yo la revivía,

me negaba a creer en ese objeto, que robaba mi paz y calma;

no lo niego, al soñar también su despliegue hermoso, más quería.

 

Fue creciendo de aquella niña el conocimiento, más: ¿Qué buscaba?;

ella con su risa en cada mañana, me hacía creer que le gustaba;

audaz pensamiento que más tarde se cayó de grada;

pero en ese instante me sentía tan lleno de aquella dulce amada.

 

Era para mi increíble, como a mi edad se formó eso a destiempo;

cambie mi mundo, mi cuarto, compre macetas con flores blancas;

esperaba que algún día, mi niña aceptara mi invitación contenta;

esa era la razón del cambio radical de mis cosas feas y flacas.

 

Antes de llegar a la librería, me miraba en vitrales que reflejarían;

tal vez esperaba en ellos, el verme tan bello como un gran caballero

que en afán de conquista y todo lo del alma dentro, lo conseguirían,

terminaba eso y alegre metía por verla primero entre casillero.

 

Pero en ese día, en qué le diría, pidiendo un envió de adorables rosas,

encontré a Raquel al final de jornada, besando gustosa al fulano aquél;

de tristeza cayeron mis fuerzas, un puñal de dolor hundió mil cosas;

era Bartolo: el mozo mandadero de la librería ¨Esquivel¨.

 

Dolor, celos, nostalgia, mi encuentro; esa daga mato mi esperanza,

no era cierta aquella ilusión, cayeron mi luna y estrellas, junto a mis rosas

que llevaba para decirle que fuera mi novia e invitarla a casa,

cayo un caballero junto a aquellas rosas, yo inocente no sabía esas cosas.

 

Venció su sonrisa, solo dijo: ¡Hola!, ¿Qué haces Fermín?... Adiós; ¡Hasta la vista!,

y oculte las rosas a mi espalda, tirándolas después en el suelo revueltas;

ellos marcharon abrazados esa tarde y yo enfrente de librería con lastimosa sonrisa,

terminé mi última lagrima por esa chiquilla y partí ya de noche entre rosas disueltas.

                                                              Isaias Glez.

  • Autor: jesusverbo777 (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de enero de 2023 a las 18:15
  • Categoría: Triste
  • Lecturas: 19
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