El café observando el jardín

Anne Black

La llovizna me trae el recuerdo que tanto intento borrar de la memoria, porque me provoca la furia de un demente. Ese aroma húmedo que se siente desde que me desperté y vi el gris del cielo, trae aún con mas insistencia tu persona. ¿Recuerdas qué te ponías de mal genio? Me pregunto si aún te genera malestar, o si con los años has sabido convivir  con estos días. Pienso en esas mañanas y sin querer sonrío con toda la cara, casi soltando una carcajada porque el recuerdo se las ingenió y me arrastró con él, me llevo hasta a ti y la película en mi cabeza ya comenzó. Pasan las postales y hasta me asombro de las cosas que he olvidado, como aquella tarde cuando fuimos de compras; querías unas macetas y algunas flores artificiales para decorar el comedor. Estabas realmente hermosa y tu sonrisa dedicadas a las plantas me provoco los celos mas estúpidos que me enoje por ello, tú no entendías mi enfado y a mi me daba vergüenza justificarlo.  Pues terminamos ambos ofendidos y no hablamos en todo el camino de regreso. 
Tomo mi café frente al ventanal, observo el jardín y a la lluvia cantar. Tomo mi café y el maldito me lleva de paseo al amanecer del 06/02/1996 ese amanecer inolvidable, dulce y prometedor. ¿Te acuerdas qué paso ese día? Yo sí, cómo no recordarlo si ese día estabas tan seria y reservada. Yo tenía que ir a trabajar, estaba apurado porque llegaba tarde a una junta pero alcancé a notar que algo ocurría, sin embargo decidí resolverlo al regresar a casa. Quise despedirme con nuestro beso lleno de amor y te negaste, recuerdo que salí angustiado y ese día no saliste de mi mente, ansiaba regresar, abrazarte fuerte y descubrir qué te tenía tan molesta. Pero tuve que contenerme hasta que la noche se asomó y corrí sin detenerme en nadie. De camino compre unas rosas, estaba ansioso por entrar a nuestra casa y por fin ver tus ojos grandes llenos de luz, besar tu boca y decirte - te amo -. Pero tú seguías seca, un poco fría, un poco distante. Guarde silencio y alargue mi mano para hacerte entrega de tus rosas, 《 espere que tu rostro se transformara de felicidad 》 el florero era lo único que había cambiado, ahora vestía de rosas rojas. Subí a nuestra recamara y tome una ducha, pensativo, triste por el enigma que traías. Cuando salí se alcanzaba a oler la cena, pero la incertidumbre me había robado el apetito, necesitaba saber qué ocurría, así que me quede un buen rato sentado en una esquina de la cama; juro que por mi, pasaron los peores escenarios. Temía que se haya acabado el amor, quizás tu silencio era que no sabías como enfrentarme, quizás pensabas en marcharte. Junte valor y salí dispuesto a todo, me senté en mi silla e hice como si nada pasara, te espere con la cena y comimos callados; nadie soltó ni media palabra. Yo estaba listo para recibir la peor de las noticias y para mis adentros rogaba que acabaras con  tanto tormento, pues si querías abandonarme, qué esperabas.  No obstante acabamos la cena y ahí te dignaste en hablar, me dijiste que "esperara" - "no te muevas, ahora vengo"-. Te mire y por fin tu sonrisa hermosa me saludo, entonces entendí que no era tan malo lo que se venía; el alma me volvió al cuerpo. 
¿Será que todavía recuerdas cómo paso todo? ¿Pensarás en nosotros alguna vez? 
De repente llegaste con el vino tinto y el postre ya servido para los dos, asomaste el mío y te acomodaste nuevamente en tu asiento, entonces tome nota de que no había prestado atención a tu vestimenta, pues tenías aquel vestido corto pero, no tan corto, rojo como tus rosas, que tanto me gustaba, y tus tacos altos de chanele, tu pelo rojizo, tus rulos sueltos, danzando al compás de tus movimientos delicados; tenía enfrente a una reina. 
Y tu mirada clavada en la mía, el vino servido y el postre sin tocar. La sonrisa otra vez, mi amor enloquecido por ti, las velas que me pediste que encendiera y apagara la luz. La pausa del tiempo, el florero vestido de rosas en el centro, y tú voz diciendo con tanto amor y emoción, - "¿quieres casarte conmigo? ". Ahora recuerdo esa noche y mis ojos se llenan de agua, de nostalgia y el corazón me abandona para correr por ti. Me pregunto qué nos paso, por qué ahora estoy tomando mi café frente al ventanal observando el jardín. Dónde estarás y que ocurrió con el florero vestido de rosas rojas; ¿habrán otras flores ocupado ese hueco vacío quizá? No quisiera saberlo, pues el recuerdo inolvidable que se hace presente en la llovizna, junto al café, frente al ventanal, observando el jardín, me hace llorar.

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