¡Que cansado que estoy! -murmura- con ganas
de dormir un largo sueño.
Se encuentra lejos de la ciudad:
¡Agotado!
Y se ha derrumbado debajo de un árbol,
un viejo sauce
que parece estuviera triste,
y ha encendido un cigarrillo de marihuana
con ganas de calmar sus ansiedades.
¡Lo necesito! -se dice-
La memoria se le despierta, su alma vuela
-mientras cierra los ojos pesadamente-
hacia atrás, a lo lejos,
a otra vida, mientras va cayendo sobre un mar callado
donde navegan lúcidos los rostros
en que se apoya el corazón.
Le sonríen unos ojos y se levanta sobre los muros
de huesos que claudicaron o se perdieron
en el camino;
¿Saturnina? Otra vez descalza, con una flor en el pecho
y saltando como una liebre.
Se sientan a mirar el arcoíris y a las palomas
que no dormitan jamás;
Entrelazan sus manos y su sangre, en una mirada,
y saben que sus alegrías son los llantos
del mañana.
Así, pasan cientos de años en un instante
con el corazón teñido de cosas tiernas
y el aire, arrastrando la tarde en su mejilla que huele a café,
hace de su cuerpo pan de aurora,
y sus manos escriben sobre su piel palabras dulces
que son eternas, que se desprenden y se van
en una lagrima.
Toda esa ciudad en que se hunden sus ojos: ¡Emerge!
¡Surge, escuchando a su alma!
La voz que sobrevive a la palabra va delante de la muerte
y se eleva sobre la tierra brillando
como para sofocar un poco a su tiniebla.
Abre los ojos y del cigarrillo no queda nada, apenas
ceniza que se desparrama y se hace nada con el aire.
¡Saturnina!
¡Otra vez Saturnina…! Y el aire húmedo se va…
- Autor: Matias 01 ( Offline)
- Publicado: 15 de febrero de 2023 a las 23:06
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.