Ya no estoy,
ya me marcho;
ya se diluye en el tiempo
mi efímera presencia.
Aquí se quedan
por un breve lapso
y como mísera herencia
mi mirada triste
que se repite triste
en los ojos de mi hija
como viendo siempre
la lluvia caer.
A ti, amor,
te dejo dos versos
malogrados que nombran
la tarde en que
descubrí tu pecho
y las noches breves
arrullado por la tibieza de tu cuerpo.
Te dejo, hija,
el hábito absurdo
de desempolvar fantasmas
que son humo y aire viejo
que se disipa en la memoria;
te dejo el ejercicio inútil
de inventar el pasado
para soportar el peso
de las voces que
insistentes me invocan.
Te dejo, hijo,
la obsesiva costumbre
de llegar a tiempo
y de quedarme absorto mirando
al vacío que sutilmente
nos desconecta de la muerte.
Aquí se quedan
cuatro o cinco instantes
poblando efímeramente
el campo de los recuerdos
que conserven de mí.
Ya no estoy;
ya soy memoria
que se borra
en el tedio de la tarde
mientras al fondo del patio
inexorablemente se marchitan los geranios.
- Autor: juanestrada ( Offline)
- Publicado: 7 de marzo de 2023 a las 16:56
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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