El lado oscuro del matrimonio

Anne Black

Que triste es decir verdades que lastiman, y no lo digo por él, porque el golpe de mis propias palabras parecen herirme a mi. Es como si me quitara la venda un rato y viera quién es él. Un ángel oscuro que usa mis emociones en contra de mi propia voluntad; es consciente de lo que siento pero da igual, al fin y al cabo es ajeno a mi sufrimiento, enfados y algo mas. 
El punto en concreto es que lo veo ahí, sin mover un dedo, observando como me divido en tres para cumplir con los quehaceres del hogar, las necesidades de nuestra hija, las de nuestros perros. La comida y el trabajo. Pero él sigue quieto, mirando o haciéndose el tonto, como si esperara la orden para dignarse a ayudar, o algo por ese estilo. 
Estoy cansada, - sabes- agotada de las cargas en mis hombros, de arrastrar una nave que a veces suelo llamar mi familia. Hay noches que me las paso en vela, no puedo dormir y arranco desde la madrugada con la limpieza, otros días directamente mando al demonio mis obligaciones e intento descansar, no obstante me dura poco porque no puedo descuidar mi hogar; tengo la sensación de que el afuera me mira y hablan, critican. También suelo dormir tres horas y termino con los ojos en el techo, dentro de una oscuridad profunda que va mas allá de la oscuridad de mi habitación, meditando y con ganas de abandonarlo todo. Entonces arranco a preguntarme qué sería de mi hija, qué sería de los perros y hasta qué sería de él... y no puedo, sencillamente no puedo ser ese tipo de persona. Y es por eso que me ves así; descuidada, cada vez un poco mas, con cara de muy pocos amigos, con la garganta que pica al tragar de los gritos que la indignación me causa. Qué se yo, es una lucha continua, rogando que cumpla con los arreglos de la casa; la paredes sin pintar, el aire acondicionado sin funcionar. Que colabore con los platos sucios, que junte las eses de los bichos o que demonios se yo... algo, que haga algo por el amor de Dios. Que me quite de ese puesto de sirvienta y esclava, el personaje de mala mujer y me permita apoyarme en él. Aunque esto último me fastidia, ¿apoyarme en él? ¡que humillante! Encima de que no hace nada y lanza sus reclamos, tengo qué humillarme... no señores, claro que no. 
No me preguntes o no me digas que "eso no es amor", la verdad es que esa palabra dejo de tener importancia, porque, dime qué importa el amor si vives en guerra. Está claro que aquí no existe y no lo necesito, está bien así. Sus quejas y golpes en los objetos al punto de romperlos, a causa de que he olvidado de cargar las botellas con agua, o se me ha pasado comprar jabón, ya no me afectan. Estoy segura de mi y satisfecha con mis tareas cumplidas cada día. Imagino que no existe matrimonio perfecto y que alguien en algún lugar debe estar en las  mismas, tal vez haya encontrado una solución, tal vez ha llegado a un acuerdo con su pareja y todo se arreglo. Aunque eso qué importa si mi situación no cambia, empeora con el tiempo y me temo que llegue a un punto final muy pronto. Creo que a esta altura no sería sorpresivo y hasta probablemente ventajoso para mi; una persona menos en el baño, un plato menos en la mesa, una casa mas mantenida y hasta económicamente es beneficioso. Pues no se si te había contado, pero este hombre come con hambre y hasta con pasión diría yo, no se satisface tan fácil y termina arrasando con todo lo de la nevera, como si por meses no hubiese  probado bocado. Bueno realmente es irrelevante al lado de lo que te he contado. 
Si piensas que un matrimonio es sencillo, ten en cuenta que tolerar a otra persona muy distinta a ti no es tarea fácil, puede tomarte mucho tiempo y en ocasiones no lo logras y la monotonía toma el control, pues la convivencia es la mayor prueba de amor, te pones a medir qué tan grande es, qué tanto soportaras sus defectos, qué tan malos son y cómo afectaran en ti. No te diré lo que tienes qué hacer, no es correcto, quizá a ti te vaya mejor que a mi, tal vez corras con mejor suerte y tu pareja te haga inmensamente feliz, los hijos sean deseados y amados por los dos, entre muchas cosas que iras experimentando en carne propia. No, no puedo decirte qué hacer, debes vivirlo, solo puedo desearte mucha mierda en esta vida teatral y ser tu oído en los momentos bajos, y ser feliz en tus alegrías.   
No quiero hablarte de mis desgracias, no pretendo asustarte, es que tu entusiasmo por casarte me provoca compasión por tus ilusiones e idea de cuento de hadas tan alejada de la realidad. Pues el matrimonio es un trabajo muy cansador al que querrás renunciar muchas veces en los días de enojos y discusiones. Los hijos colman la paciencia aunque son maravillosos, te veras en una encrucijada, en un abismo y querrás escapar. El refugio en el trabajo, caminatas nocturnas, terapia, entre otras cosas. Las ojeras en tu rostro revelando las trasnochadas en el despacho, absorbido por preocupaciones y regaños de tu esposa, los hijos que no ayudan, aunque los ames.  
Sí, se que piensas que lo pinto muy dramático, que no puede ser tan malo, sin embargo no espero que me hagas caso. Como te dije hace un rato, no te diré qué hacer, no tomare decisiones por ti, debes vivirlo y aquí estaré cuando necesites hablar.

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