En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía
Eulalia se casó muy enamorada con un joven mecánico llamado Isidro, ella era una muchacha hacendosa que trabajó desde la adolescencia y no acostumbraba cocinar sino platillos muy sencillos, por el contrario su esposo estaba habituado a consumir alimentos caseros y siendo él nada apto para la cocina y menor de una hermana cuya madre siempre estuvo dedicada a su familia, el hecho de haberse unido a una muchacha que preparaba siempre lo mismo y cuyas incursiones en platillos más elaborados siempre terminaban en lamentables fiascos le dejaba una sensación de desamparo estomacal que procuraba disimular por el sincero amor que sentía por sus otras virtudes, su sencillez y humildad eran un paliativo que compensaba en cierto modo su nula pericia en la cocina; la suegra y la hermana, no conformes con la mujer que Isidro había tomado por esposa y sabiendo cómo apreciaba él la buena mesa no perdían ocasión de resaltar la incapacidad de Eulalia por preparar un suculento guisado, Isidro al principio no tomó en cuenta los hirientes comentarios de su madre o su hermana, acostumbraba visitarlas de vez en cuando, al principio en compañía de Eulalia, pero ésta al ver que siempre era objeto de indirectas a la hora de la comida y sabiendo que no era bien recibida optó por dejar de acompañarlo; Isidro no insistió cosa que aprovecharon las mujeres para meter cizaña en el matrimonio con el fin de que un día se separaran, en realidad la mamá no quería permanecer sola y la independencia y profundo amor de su hijo por ella la encelaban,, por su parte, la hermana enviudaba su humildad y carisma por lo que conspiraban para que el matrimonio se frustrara.
Isidro amaba sinceramente a Eulalia, pero no quería tampoco distanciarse de su familia, y sin darse cuenta caía en las redes de ellas pues casi siempre pasaba a almorzar o a cenar, lo cual aprovechaban para inventar todo tipo de sigilosas calumnias; así estaba la situación cuando un día el matrimonio se fue de visita a unas ruinas antiguas situadas en las afueras de la ciudad, pasaron ahí un día tranquilo y al salir pasaron a un puesto de fritangas donde tuvieron una discusión al comprar unas empanadas pues Isidro, medio en broma y medio en serio comentó que aunque aguadas sabían mejor que las suelas de huarache que ella solía preparar, Eulalia, ofendida, se alejó del puesto hacia un espacio abierto donde todavía se encontraban unos cimientos antiguos, rodeados de gruesos árboles, ahí Eulalia se puso a llorar desconsolada cuando oyó una voz que le decía:
-¿Por qué lloras mujer?
Ella volteó para todos lados sin ver a nadie.
-Estoy enterrada debajo del cimiento junto a tí.
-¿Quién eres?
-Soy una olla.
-¿Una olla que habla? ¿cómo puede ser eso?
-Desentiérrame y verás. ¿por qué llorabas?
-Es que no sé cocinar y mi suegra y mi cuñada están predisponiendo a mi esposo para que me deje, yo lo amo, pero ha cambiado tanto.
-¿No sabes cocinas? Yo te puedo enseñar.
--¿Tú? Seguramente estás rota y sucia, ¿cómo podrías hacerlo?
-Ésta parte fue la cocina del templo de la Diosa fertilidad, aquí vivió hace siglos la princesa Primor, era una jovencita muy linda pero caprichosa y difícil de complacer, sólo las mejores cocineras podían preparar sus alimentos aquí y yo conservo todos sus secretos, sácame y lávame, contigo, no importa cómo me veas, mañana estaré completa como recién fabricada.
Eulalia, esperanzada, sacó piedras, escarbó con palos, sacó tierra con sus manos durante media hora hasta que, por fin, sintió la curva de un objeto que cuidadosamente terminó de desenterrar, efectivamente se trataba de una olla de barro, sucia y agrietada, con sus asas redondas en un color que en sus tiempos fue azul al igual que la boca, Eulalia pensó que aquél objeto nunca podría volverse a usar, pero decidió llevarlo, lo guardó un su bolsa y regresó con Isidro a su casa, una vez ahí la lavó con sumo cuidado y la dejó adentro de la alacena.
Al otro día, temprano, cuál no sería su sorpresa cuando, al abrirla descubrió una olla de barro completamente diferente, los colores brillaban vivamente y estaba perfectamente lisa y limpia.
-¿Viste? Te dije que me hallarías como nueva, ahora, ¿qué quieres preparar?
-Ollita, esto es maravilloso, dime, ¿puedes ayudarme a hacer un mole sabroso?
-Eso toma algo de tiempo pero es facilísimo, llévame contigo al mercado y te enseñaré a escoger lo que necesitas…
Eulalia tomó la olla y una vez en el mercado la olla le decía qué debía comprar y si tomaba una fruta, una carne o un condimento que no estuviera en buen estado ella le aconsejaba escogier otro, una vez en su casa la fue guiando paso a paso.
-Ahora vas a poner a hervir el pollo con el cilantro, medio manojo es suficiente… no, Lala, así no, hay que lavarlo bien… ahora un diente de ajo y cebolla, no, Lala, es mucha, sólo un pedazo…ponle sal, un poquito más, así, así… no dejes el fugo muy fuerte, mientras fríe las galletas y los chiles secos…no, menos aceite, con diez galletas basta…no, el chile lo fríes después, pero quítale las semillas…
Al rato
-¡Lala! El pollo ya se coció, baja la flama…no tanto, así, disuelve la pasta…échale toda…no te vayas, muévela bien hasta que espese…
Así, después de dos horas de seguir al pie de la letra las instrucciones de la olla Eulalia pudo por fin estar satisfecha del guisado que había preparado, y cuando Isidro llegó muy contenta le sirvió, él por su parte estaba bastante asombrado de verla tan optimista con su delantal y al probar el mole preguntó:
-¿Alguien ha venido a ayudarte?
-Sí me han ayudado ¿te gusta?
-Está más rico que el de mi mamá, gracias.
Eulalia se acostumbró a escuchar atentamente las instrucciones de la olla, aprendió a hacer tamales que se conservaban suaves aunque se recalentaran al otro día, aprendió a cocer en menos tiempo los frijoles y las lentejas remojándolas un día anterior, aprendió a combinar condimentos para lograr sabores intensos o ligeros, a cocer pastas al dente, etc.
-No, Lala, machaca más el plátano…así… hay que batir más la mantequilla…ahora pon la harina, más despacio…espera…sí, un poco de vainilla, muy bien…
-Deja que se descongelen bien las costillas o se pegarán al fondo cuando las frías, machaca el tomate de lado a lado, no, Lala, se te va voltear el molcajete, más al centro….
Con el tiempo Eulalia aprendió a preparar sabrosos platillos, siempre salía con la olla al mercado y ésta le decía como escoger los ingredientes; luego, pacientemente le explicaba cómo empanizar, freír, envolver, cocer, licuar, cortar, mezclar o adornar ya fuera guisado, ensalada, postre o bebida, todo en cantidades precisas y aprovechando hasta las cáscaras de las frutas y verduras, todo lo que cocinaba en la olla quedaba en su punto y apetitoso por lo que Isidro pasaba cada vez más tiempo con su mujer y frecuentaba menos a su familia, la suegra y la hermana, al ver que Eulalia de alguna manera había logrado cocinar mejor que ellas decidieron visitarla con la malsana intención de espiarla; fingieron una visita inesperada y aunque no escuchaban la voz de la olla sí se dieron cuenta de que no era una olla común y de que había algún secreto respecto a ella, por su parte, Eulalia estaba tan contenta que no se percató de las intenciones de las mujeres.
Una vez en su casa, la suegra y la nuera decidieron idear un plan para apropiarse de la olla, para ello organizaron una fiesta pidiéndole encarecidamente a Lala que asistiera y se ocupara de la ensalada, ella por no mostrarse majadera aceptó y sucedió que el día de la fiesta, aprovechando un descuido de Eulalia, la hermana tomó sus llaves y fue rápidamente a su casa robándose la olla, una vez de regreso la escondió y devolvió las llaves disimuladamente.
Al otro día, cuando Eulalia se dio cuenta de que su olla no estaba sintió desmoronarse, estaba segura de que le habían tendido una trampa y de que nunca la recuperaría, estuvo toda la mañana triste y nerviosa, pues se sentía nuevamente incapaz de preparar algo sabroso, tanta era su inseguridad que fue al supermercado a traer comida, Isidro, extrañado por tan repentino cambio le preguntó que había pasado.
-Me han robado la olla, sin ella no sé cocinar.
-¿Qué dices? Sólo es una olla de barro, yo te compro otra.
-Ay, mi amor no es igual, esa olla es muy especial, ella me guiaba y así aprendí, ahora no sé, me siento tan insegura…
-Esas son supersticiones, si ya no quieres cocinar está bien, pero no andes inventando disparates.
Las mujeres, creyendo que con la olla podrían atraer nuevamente a Isidro la usaron para sus guisos, pero para su sorpresa, todo lo que preparaban en ella se descomponía, los atoles se llenaban de grumos, la carne quedaba dura y correosa, los frijoles brincaban como balines en el fondo sin cocerse, los caldos se acedaban, los postes por más sencillos que fueran quedaban insípidos, a los pocos días, las mujeres desconcertadas y furiosas, viendo la inutilidad de conservar la olla, en un arrebato de furia la estrellaron contra el suelo del patio con todo y guiso, rompiéndose en varios trozos, los cuales tiraron al patio.
Isidro ,quien en esos momentos se encontraba en la casa, cavilando acerca de la actitud de Eulalia, quien estaba siempre triste y no había vuelto a cocinar nada desde la pérdida de su olla, escuchó el sonido de ésta al romperse y fue como si su mente se hubiera despejado de golpe, salió al patio y al ver los restos de la olla comprendió que todo lo que Eulalia le había dicho era cierto y cómo su madre y hermanas habían urdido un complot para alejarlo de su mujer, molesto con su ellas, recogió los restos de la olla en una bolsa y antes de irse a su casa les reclamó que hubieran estado calumniando y criticándola todo el tiempo, luego, mostrándoles los restos de la olla agregó que nunca pensó que fuesen tan envidiosas, que no era justo lo que habían hecho y ya no volvería a visitarlas a menos que fueran a disculparse con su esposa; las mujeres trataron de justificarse, pero fue inútil, Isidro se fue, compró un hermoso ramo de flores y en cuanto vio a Eulalia la abrazó con ternura diciendo:
-Lalita, hoy me ha dado cuenta que ninguna otra mujer me querrá como tú, ésta es tu olla, no me importa que no puedas ya cocinar como lo hacías, perdóname por haberle hecho caso a mi madre y a mi hermana, han procedido mal y deben disculparse como lo hago yo, eres mi esposa, te adoro como eres, te acepto como te conocí y nunca te dejaré.
Eulalia, conmovida, tomó los restos de su olla, besó tiernamente a Isidro y los guardó en la alacena.
Al otro día los sacó y poniéndolos en una mesa los contempló largo rato y comenzó a llorar, entonces vio que de los restos se desprendía un humo blanco, como vapor que se elevaba lentamente dibujando curvas, mientras lo hacía oyó que le decía:
-Mujer, ¿por qué lloras?
-Ollita, ya no puedo cocinar como antes.
-Lala, lala, tú ya no me necesitas, te he enseñado todos mis secretos, ahora que me has liberado de mi castigo te voy a confesar que yo era la cocinera de la princesa Primor, pero con el afán de conservar mi puesto fui muy egoísta y a nadie quise enseñarle lo que yo sabía, sí, era muy cruel con las otras cocineras,las regañaba y humillaba cruelmente, pero un día la reina que además era hechicera, se disfrazó de cocinera y al comprobar mi mezquino proceder me maldijo y amanecí convertida en olla, la princesa Primor también fue castigada pues fue obligada a alimentarse como cualquier plebeyo, yo solamente podía ser absuelta hasta que de alguna manera depositara todos mis conocimientos en alguien más, ése acto de humildad era lo único que me podía liberar, tú has sido una excelente aprendiz y gracias a ti soy libre.
-¿Es verdad ollita, realmente yo era quien cocinaba?
-Te ayudé guiándote solamente, el amor que sientes por tu esposo hizo lo demás y él por su parte ha aprendido su lección, debes comprender que nada se logra sin esfuerzo y tú has sido muy aplicada, te toca enseñar lo que ya sabes tal y como yo lo hice contigo, deja de llorar y prepara algo sabroso para tu esposo cuando llegue.
Dicho esto el humo se fue elevando poco a poco hasta disolverse en el aire.
Eulalia, ya reconfortada con esas palabras, pegó lo mejor que pudo los restos de la olla, colocó tierra y sembró un rosal, luego fue al mercado y, comprobó que podía reconocer la fruta más jugosa, la carne más fresca, los frijoles mástiernos sin necesidad de tener la olla consigo y mientras cocinaba creía todavía escuchar la voz de la olla guiándola, pero sabiendo que lo que hacía era a conciencia y con mucho cariño; cuando llegó Isidro quedó gratamente sorprendido con las pechugas en salsa de chipotle que lo esperaban, Eulalia había recuperado la confianza y nunca más la perdería, con el tiempo puso una cocina económica donde enseñó pacientemente a otras chicas cuanto había aprendido añadiendo además otras recetas que igualmente tuvieron éxito, en cuanto a la suegra y a la hermana terminaron siendo clientas de su cocina.
- Autor: Lourdes Aguilar ( Offline)
- Publicado: 19 de marzo de 2023 a las 14:52
- Categoría: Fantástico
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, Mauro Enrique Lopez Z., Ed-win
Comentarios2
Muy bonito relato
Felicitaciones, poeta. Me gustó mucho tu relato, lo cual llamó la atención de mi mejor amiga. A ella le gusta la cocina tanto como a sus tías y pasa gran parte de su día hablando de recetas y secretos familiares por teléfono. Le hablé de este relato, lo leyó y le encantó, imaginarse tener una olla mágica, eso es un sueño para ellas y le gustaría que su tía lo leyera, así le gustó.
Buenas noches
Gracias Edwin, me alegra que lo hayan disfrutado tando, pienso que la cocina como todo arte requiere vocación y tiempo, cosa que no se ve en concursos de cocina donde se está bajo la presión de un reloj, Bonito día
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