Tengo ganas de ti

Anne Black

Tengo ganas de hablarte y extraviarme contigo. Tengo ganas de gritar tu nombre. Tengo ganas de ti, de tus besos y caricias. Tengo ganas de oír tu voz llamándome "mi amor", es que aunque no me lo creas, se oye tan bonito. 
Tengo ganas de declararte todo lo que te pertenece, de hacer el amor en tus brazos, acostados, sintiendo tu respiración en mi cuello, mientras que el silencio se convierte en melodía. Tú aferrándote en mi y yo entregada en cuerpo y alma a este amor. 
Tengo ganas de abandonarlo todo y correr hacia a ti, llevarte a querernos a marte, donde nadie interrumpa algo tan bonito como es el mirarte. 
Tengo ganas... no, discúlpame, no son ganas, es una inmensa necesidad de estar juntos, quiero tenerte para cuidarte y llenarte de mi. Porque me urge vivir esto tan bello; entérate que agonizo por ti. No quiero morir sin antes haber rozado tus labios, sin haber tocado tus manos y mucho menos sin haber dicho que te amo.
No puedo escribir tu nombre, no obstante, es por ti que escribo. No puedo hablar abiertamente de cuánto sufro y de lo difícil que es para mi reprimir esta pasión; vivo en la farsa y el engaño. Es justamente ese el motivo por el cuál ya no puedo continuar si tú no estas, me haces falta, pues yo contigo a luna quiero llegar. 
 Aquí te espero amor mío, aquí me encuentro, volcando todo lo que todavía percibo en el corazón, buscando  deshacer esto que siento, pero no logro calmar la sed de ti. Entro y salgo del WhatsApp porque tengo la esperanza de que sorpresivamente me llegue un mensaje tuyo; la esperanza va muriendo lentamente y me lamento a escondidas; tus ojos no me ven, tus labios tan lejos y tu corazón se ha olvidado de mi.
Confieso que esta tarde salí de compras con la ilusión de cruzarte por el barrio y mientras caminaba imaginaba cómo sería, cuál sería tu reacción. ¿Será que te gustaría encontrarnos?  ¿Piensas en mi como yo en ti?
Esta tarde estaba muy nerviosa, porque si te veía no sabría qué decir y a pesar de eso, mi motorcito latía inquietamente, rogando que te aparecieras en el camino; aunque no nos dijéramos nada. Estuve tan pendiente a la gente que iba y venía que sin querer y sin que tú lo sepas, me acompañaste como me acompañas cada día, pues mientras vivas en mi alma y en mi mente, de alguna manera seré siempre tuya, porque los recuerdos van y vienen, me persiguen y se empacan en dejarme sin dormir, quieren obligarme a permanecer estancada en el pasado dulce y amargo. Causan que añore aquellas noches frías pero sin duda, cálidas en tu cama, en los besos y apapachos que me regalabas y en la inmensidad de la delicadeza de palabras llenas del amor que alguna vez el mismo muchacho convertido en hombre, me declaraba cada medianoche. 

 

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