Una noche de diciembre se llenó de grava
y piedras en el suelo,
de polvo las ventanas de los días azules.
Desde entonces, los he visto crecer,
replicarse,
heredar de las sombras los huesos tristes
de las enredaderas.
Es como si Dios se ausentara o estuviera
triste, como un enamorado.
Nunca he sabido, desde entonces, del día
meridiano con su aire circular remontando el río
de luz en la raíz del hambre
y las ganas de beber la saliva que arrastra
la palabra
en los labios del ayuno.
Tal es el día ahora, que le oigo caer como
una cruz
sobre los lomos de un Jesús enamorado.
- Autor: Matias 01 ( Offline)
- Publicado: 8 de abril de 2023 a las 13:15
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
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