Inés del Pozo, una prófuga de la vida y de la existencia vivida de una manera y de una forma inherente cree que su vida es tan intolerante e inestable. Inés del Pozo, es una mujer de un total calibre y se siente cínica, pero, insípida cuando llegó ese vil y sanguinario momento. Cuando, realmente, no es de buen paso ni de paso doble y de un sólo relincho en las caballerizas cuando comete el vil suceso sangriento. Inés del Pozo quiso ser como la terrible tempestad y como lo más impetuoso de un mal tiempo, pero, no, no quedó sino en la insistente forma de caer entre los celos del alma. Y su hombre, aquél que le dijo que la amaba con todo el corazón y que le entregó vida, corazón, piel, cuerpo y calor le fue infiel con su mejor amiga. Porque cuando en las caballerizas lo vio, lo observó y lo tuvo en la mira desde su ojo biónico. Inés del Pozo, sintió celos incontrolables, sintió envidias, y hasta quería asesinar a su propio hombre, el que amó incontrolablemente. Inés del Pozo, miró fíjamente a su hombre, al que amó y amaba compartiendo sexualmente en las caballerizas con otra mujer, la cual, no era ella, sino su mejor amiga. Inés del Pozo, cayó abajo del pozo, sucumbiendo en un solo estallido en su forma de amar y en querer amarrar el trance de la pura verdad. Inés del Pozo, cayó en redención abajo, y cayendo en el ocaso y más al buscar una sola verdad insistente que con sus propios ojos vio lo acontecido y lo más evidenciado del vil momento. Inés del Pozo, fraguó lo que más quiso ser como la dama de negro, de luto y la viuda, la viuda negra, la que después del acto en hacer el amor mata a su presa. Y quiso ser más que eso, ser una mujer sin calibre alto, sin fuerzas, sin ímpetu, sin más ni más, como el desenlace de atreverse a llorar, a desenredar el alma, y a enredar el corazón en un sólo amor. Si ocurrió el depósito del odio en su alma y más en su corazón, cuando arde el amor en el camino recorrido entre las caballerizas del establo de caballos donde sólo Inés del Pozo pretendía ver a su marido, a su hombre y lo halla con su mejor amiga, en el suelo, por donde ella paseó a los caballos dejando el paso doble y fino en el mismo suelo donde ahora mira y observa a su marido con su mejor amiga. Inés del Pozo, sólo quiso ser como la verdad impoluta, trascendental, pero, inocua, cuando sólo en el dolor se vio intransigente, indeleble e inestable y tan insípida como el poder ser como el hechizo de un brebaje que toma para su bien, pero, no, no es más que el mal en camisas de sudores extasiados de tormentos, y de fría tempestad como del hombre que Inés del Pozo ama y amó, y a su hombre lo mira y lo observa con su mejor amiga, haciendo el amor en el suelo de las caballerizas. Inés del Pozo sólo quiso ser como el pasaje sin regresos porque la muerte a la verdad no tiene regreso, y más la vida del hombre que Inés del Pozo amó con tanto recelo y tanta virtud. Por la mañana de aquél día, Inés del Pozo, se levantó pesarosa, inestable y con un dolor entre las entrañas, y quiso ser como la misma calma. Cuando, en realidad, Inés del Pozo, besó a su marido, o sea, a su hombre cuando en la mañana se aferró al deseo, al amor y más que eso a su entrega en el amor entre su marido e Inés del Pozo. Cuando en el amor y en la mañana, se dedicó a ser como lo que realmente fue y será Inés del Pozo, una mujer con alto calibre. Cuando en el afán de Inés del Pozo en querer amarrar el amor y así lo quiso y así lo hizo en esa mañana. Si en esa mañana sintió el rocío del amanecer, escuchó el trinar de aves y el silencio de la mañana, caer en redención, vio a su marido acostado en la habitación al lado de ella y se dijo para sí que… -̈lo amo tanto ̈-, y lo besó una y otra vez, e hicieron el amor en esa cama de ensueños, de cálido y siniestro sol, curtido por las cortinas de sol de mayo, sí, era la primavera. Si la fiebre en el alma y más en su corazón quedó fúnebre y llena de un espanto cuando se enfrasca el deseo y la manera de creer en el alma sosegada de un sólo delirio. Y se vio delirante, sosegada, impasible, tranquila y con una paz envidiable, después de hacer el amor con su hombre. Y ese beso fúnebre quedó por siempre adherido a los labios de Inés del Pozo, desde ese día en la mañana y por siempre. Cuando ocurrió el mal percance o un desenlace fatal como un vil y un cruel asesinato entre las caballerizas del establo de caballos, la cual, Inés del Pozo es dueña. Y fue el ocaso lleno de un sol en el atardecer, cuando realmente, ocurrió el fatal accidente o el cruel asesinato. Cuando se fue el desenlace frío de un cruel suceso entre los caballos de montaje de paso doble y tan fino como aquel accidente o el cruel asesinato. Cuando en el amor y más en el desenlace de creer en el imperio sosegado, se debió de creer en el mal infundado y mal tiempo, cuando en el recelo de la existencia y de un camino sosegado se electrizó la forma de creer en la traición o felonía de una infidelidad a cambio de dinero, sexo y placer, y fue su mejor amiga la que quiso en ser como el suburbio del corazón enmaorando a ése hombre y todo por el dinero. Inés del Pozo, socavó muy dentro en su forma de actuar y en la forma de atraer el silencio y más en querer atraer el deseo homicida a su voluntad e hiriendo con una herradura de caballo a su costado infringiendo que sangrara mortalmente. Cuando, en el afán de dar, con la vida, con el silencio y con el amor a toda costa, se debe a que el deseo es fuerte como la verdad de que el siniestro cálido entró por la ventana y salió por la puerta dejando un sólo dolor. Cuando en el delirio delirante de creer en el alma una sola insistencia de dar una sola verdad, Inés del Pozo si a la verdad que en esa mañana se vio intransigente, indeleble y con una paz muy sostenida entre su corazón y su propio destino, pero, en su camino una manera de creer en el alma mirando y observando a lo lejos a su marido con otra mujer que no era ella, realmente. Los ojos de Inés del Pozo arden como el fuego, como la misma pasión que de ella emana cuando amaba a ése hombre, el cual, era su propio marido. Sí, Inés del Pozo, quiso y amó a ése hombre que después de un momento infiel se debate entre la vida y la muerte, por la fuerza en estocada con las herraduras de un caballo sobre su propio costado. El hombre, el cual, era el marido de Inés del Pozo, sangró mortífero y letal, moribundo y sin poder sobrevivir en el mal comienzo de una muerte y tan segura como lo fue aquella vil muerte perpetrada por Inés del Pozo al ver y observar a su hombre en el suelo con ésa mujer que creyó en ser su amiga. Y entre las caballerizas del establo de caballos, quiso envenenar el alma y más a su propio coraje y a su corazón de una vil y letal mortaja. Cuando quedó como el comienzo de creer en el embate de dar una conmísera atracción fría como el ademán frío de creer en el alma muerta por una paz intransigente. Y fue Inés del Pozo, la que conlleva una atracción fría como el comienzo de un sólo desastre mortal cuando quiso y perpetró el vil asesinato de su hombre, el que, le fue infiel con su mejor amiga de la infancia. Y se edificó su acometido en un gran y vil suceso, cuando Inés del Pozo, quiso enfríar sus manos y con sangre cálida y de un vivo, pero, no quiso lo correcto, no quiso ser como el deseo, no quiso el bien, sino que la ira y la soberbia y los celos le ciegan los ojos. Inés del Pozo, no calmó su exasperación ni su extenuante desesperación al notar que su marido y su hombre se halla entre medio de las caballerizas y con otra mujer, sí, amando lo que nunca el cuerpo y la piel extramaritalmente. Inés del Pozo, se identificó como la esposa del señor tirado en el suelo desnudo amando a ésa mujer entre las caballerizas del establo de caballos donde la dueña era y es Inés del Pozo. Y esa mañana se levantó de la cama en esa cálida habitación cuando surgió el amor y el compromiso a amar, cuando en el silencio abarcó toda la habitación. Si en el recelo de los celos cegó a sus ojos de sangre ajena, de sangre cálida y viva, de sangre de un hombre, y sangre de un ser que la amó con todo el corazón, pero, le fue infiel como todo hombre de la vida y más con una relación extramarital. Cuando ocurre el trance de lo perfecto, de la realidad y de la vida conmísera. Si en el altercado de ese cálido ocaso, se fue la vida por donde ocurre el siniestro cálido de todo un sol, hacia el otero o por el cedro, y así llegó la fría noche, cuando yá Inés del Pozo era una prófuga clandestina de la vida y más buscada por la policía. Si extrañamente a la vida fugó lejos de aquellas caballerizas y de aquel establo de caballos, cuando cometió aquel vil y sangriento suceso y más que eso un vil asesinato por parte de Inés del Pozo. Inés del Pozo huyó y escapó lejos de la realidad cuando ocurrió el desenfreno vil y mal inconsecuente de dar con las herraduras al costado de aquél hombre, cuando en realidad sucumbió en un trance directo por haber cometido un cruel y un vil sanguinario y de un mal suceso. Cuando, de repente, y por casualidad de la vida, Inés del Pozo, ve a su marido, a su hombre, tirado en el suelo con ésa mujer amándose caprichosamente y pasionalmente y con vehemencias y con caricias subrepticias. Porque cuando en el alma irrumpió en deseos y en un posible juntar de manos y de cuerpos extasiados por el amor es que se amó verdaderamente, y con un sólo exótico capricho, en ser infiel y con la mejor amiga de Inés del Pozo. La relación extramarital del marido de Inés del Pozo, lo llevó a la cúspide de entrever el deseo, la lujuria y la vehemencia carnal, y la pasión en caricias y besos subrepticios. Inés del Pozo, en esa cálida mañana se siente como toda diosa de la pasión y de la carne amando a su hombre con deseos carnales y de amar bajo las sábanas curtidas por el sol. Cuando en el ocaso se entristece de un espanto diurno cuando ocurre el desenlace frío y tan cálido de envenenar la vida y más el alma cuando Inés del Pozo, se da cuenta de la infidelidad extramarital de su hombre con su mejor amiga. Cuando en el alterado frío de un viernes con la certeza de envenenar se cuece de delirios y de desafíos inertes, cuando en el fracaso y en la libertad se aferra a la infiel infidelidad de creer a toda costa del amor infiel. Cuando ocurre el desenfreno total e inocuo de la trascendencia autónoma de creer en el amor inherente de poder creer en el amor sin ser infiel. Así lo cree Inés del Pozo. Inés del Pozo, cuando cree en el delirio sosegado y templado de creer en el instinto inerte en poder ser como el desafío. Inés del Pozo, sí, en esa cruel y templada mañana se vio inherente y abatida como la misma mala insistencia en poder creer en el combate en dar la misma conmísera mala y infundida manera de dar un zarpazo con las herraduras de un caballo y sobre su propio costado. Inés del Pozo, se fue del área de sospecha, de la escena del asesinato, si después de la escena se vio intransigente y mortífera como el ademán frío de una sangre fría entre sus manos y más en el costado de ése hombre, el cual, era el hombre de Inés del Pozo. Inés del Pozo, era la prófuga y escapando de la ira, del asesinato frío e indeleble que había ocurrido entre sus propias manos frías, y más por el frío nefasto de un amor infiel. Si en el altercado sintió lo más funesto de un todo socavando en la forma de atraer la vida y la misma insistencia en dar a la vida una conmísera atracción dentro del funesto instante y tan desgraciado como el vil tormento y la crueldad de asesinar con una herradura de caballo entre las caballerizas del establo de caballos donde Inés del Pozo era la dueña y la vil asesina de ése hombre que ella amó con todo el corazón. Inés del Pozo, quedó fraudulenta, sospechada, y más fugitiva y prófuga de una mala escena donde muere el hombre, el hombre de su voluntad al que Inés del Pozo amó desenfrenadamente, pasionalmente, con vehemencias y con caricias ofrecidas entre la piel y el cuerpo amando bajo las sábanas de esa habitación como cuando en la mañana de ese frío viernes amó a ése hombre en la habitación dejando inerte al corazón e inmóvil a la razón. Inés del Pozo, sólo quiso ser como la más inestable e insípida prófuga, como que en la escena se debate una vil sorpresa en su propia alma. Inés del Pozo, creó una manera insospechada en dar una conmísera atracción fría y tan álgida como poder ver el cielo cuando se tiñe de sangre inocente, porque solamente fue infiel la manera de creer en el combate de amar y quedó infielmente y más con sangre inocente. Si para Inés del Pozo el amor lo era todo, como la forma de dar una sola salvación en el alma, si fue como un tiempo, cuando la forma de amar era sobre todo buena voluntad. Si en esa mañana, sólo fue en esa mañana, que el amor fue como el siniestro cálido y como el mismo sol desértico en el mismo cielo. Inés del Pozo, se vio intransigente, indeleble e inconsecuente deleitando el sabor más puro de la vida, el amor a toda costa en la cama donde amó bajo el imperio del amor.
Continuará………………………………………………………………………………
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de abril de 2023 a las 00:02
- Comentario del autor sobre el poema: ~ * ~Sinopsis: ~ * ~Inés del Pozo es buscada urgentemente por la policía y lo que dan por la captura de Inés del Pozo es una recompensa de un vale por la razón de 1,000 cajas de huevos…Mi #8 novelas cortas en el año 2023…Mi #126 novelas cortas hasta el año 2023…
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
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