DE COMO SOBREVIVÍ EN LA SELVA II

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

 Pues bien, ellos siempre eran tema de mis monólogos y reflexiones, por su parte mi guía me escuchaba indiferente, avanzábamos a duras penas tanto por mi debilidad como por mi torpeza, desaparecía de mi vista a veces y reaparecía detrás de mi o me lo encontraba más adelante trepado en un árbol, él me mostraba qué frutos podía comer, me guiaba a riachuelos y siempre cazaba cuando yo me encontraba durmiendo, su estilo siempre era el mismo: cuello de la presa perforado con un objeto punzocortante, comía la carne cruda lentamente y de espaldas a mí mientras yo cocía mi parte, puedo decir que a pesar de su indiferencia nuestro trato era cordial, yo respetaba sus silencios y evasivas y él me cuidaba y alimentaba, mis sueños dejaron de ser nerviosos y aprehensivos, tenía la seguridad de encontrar pronto su aldea de donde podrían llevarme de vuelta a mi mundo, mis heridas había sido tratadas con la resina de algún árbol y aunque seguía presentando un aspecto lastimoso ya me consideraba fuera de peligro. Creo que llegué a contarle toda mi vida, tanto episodios buenos como malos y alguna que otra aventura ficticia, después de todo era agradable que nadie reaccionara ni para bien ni para mal, con la impasibilidad de quien no le afecta estar tal vez frente a un maniaco asesino o ante el presidente de alguna poderosa nación, mi travesía era incómoda y penosa mientras él se movía en su elemento, a veces podía percibir alguna sonrisa de burla en sus labios sellados e instintivamente me ponía de buen humor, entonces le reclamaba jugando que si él llegaba a mi ciudad yo también me burlaría al ver sus ojos desorbitados mirando los carros y rascacielos, también le preguntaba (sin esperar respuesta) si pertenecía a la tribu de los motita y si todos allí estaban tan llenos de pecas como él, a veces le contaba chistes rojos donde él era el protagonista y le llamaba cavernícola por comerse la carne cruda, todo ello me relajaba en gran medida, no porque realmente viera a mi guía como alguien inferior, entre mis múltiples defectos no está desarrollado el racismo, en su selva yo estaba a merced de su voluntad y creía que de haberme entendido tal vez me hubiera abandonado por payaso, para mí tan sólo era una manera tonta de externar mi miedo e inseguridad.

 Así transcurrieron varios días, días de los cuales no llevé la cuenta, hasta que por fin encontramos la ribera de un río, y del otro lado se podía ver un campo abierto donde se divisaba un poblado, sin embargo debía yo cruzar el río y no tenía los medios ya que era bastante ancho y todavía me encontraba débil como para nadar, por lo que después de la alegría inicial al ver por fin una población humana siguió mi desaliento, todo indicaba que debería esperar a que los lugareños me encontraran en algún momento cuando salieran de caza, recuerdo que estaba empezando a anochecer  y podía ver la luz del atardecer cubrirme completamente, mi guía permanecía atrás de mi y cuando me volví para agradecerle toda la ayuda que me había prestado,  me miró de frente y lo vi…vi sus ojos felinos color jade brillando ante la penumbra con sus pupilas expandidas, vi de su boca sonriente asomarse filosos colmillos, vi su piel cubierta de fino pelo, vi sus dedos retraídos con garras asomándose a ellos , la impresión me tumbó al suelo y mi guía exclamó con su voz grave, como rugido modulado para formar palabras comprensibles (los mismos rugidos que escuchaba en mis sueños y que ahuyentaban a las demás fieras que se me acercaban para dañarme):

- ¿Crees que te voy a atacar después de haberte traído aquí?

 No podía hablar, la impresión evitaba que mis ideas se ordenaran, después de mucho esfuerzo balbucí:

-No eres humano, pero entendiste todo lo que te decía, tú, tú, ¿tú mataste a Rogelio? ¿por qué me ayudaste?¨

-Tú debiste morir por tu osadía, pero Rogelio ofreció su vida a cambio de la tuya, aún así en tus condiciones hasta una de nuestras hormigas era más fuerte que tú, un trato es un trato y debía cumplirse por eso vives.

-¿Rogelio ofreció su vida por la mía? No lo entiendo.

-Ustedes hombres son patéticos y a la vez maravillosos, Después de que se estrellaron Rogelio cayó con el resto de tu aeroplano, y aunque lastimado eso lo protegió; cuando te encontró a ti  tan mal herido supo que solamente un milagro podría salvarte y deseó con toda el alma haber sido él quien piloteara la nave, él quien hubiera cometido la imprudencia, él quien estuviera agonizante, ése hombre que todos creyeron vicioso e incapaz de un acto generoso lo hizo por alguien que ningún parentesco tenía con él, así fue: de tus heridas dejó de escurrirse la vida mientras él se desangraba, su vida por la tuya, así de simple.

El recuerdo y la revelación acerca de Rogelio me hizo estallar en llanto, entendí tantas cosas en un momento: el vacío de su vida, su sentimiento de fracaso, su nobleza oculta tras la amargura, la agilidad de Saagú, las pecas de su cuerpo, su silencio, su gusto por la carne cruda, las perforaciones en el cuello de sus presas, sus evasivas al tratar de agradecerle, todo era tan claro ahora, mis ojos estaban nublados, agaché mi cabeza y entre sollozo y sollozo continué:

-Entonces tú eres Saagú, y el pájaro blanco es el espíritu de la selva, esto es increíble, yo quería agradecer todo lo que hiciste por mí, ¿hay alguna manera de hacerlo?

 Cuando levanté la vista Saagú era el más perfecto ejemplar de jaguar que mis ojos han contemplado y se alejaba lentamente, dándome la espalda, sus últimas palabras fueron:

- ¿Pretendes pagar una deuda que fue saldada desde hace días con la sangre de un inocente? En éste hogar nada de lo que podrías darnos sirve, si quieres agradecer algo entonces da testimonio de lo que has experimentado para que llegue a oídos de quien sepa entenderlo: la compasión se manifiesta hasta en el más inhóspito rincón del mundo.

 Cuando se fue sentí que una parte de mi vida se iba con él, me quedé ahí, tirado en el suelo hasta que unos aborígenes se me acercaron, yo me encontraba todavía impactado, mareado, tartamudeando incoherencias y mientras ellos en su idioma decidían que hacer conmigo, me subieron a su canoa, me llevaron a la choza de quien supongo era el jefe de la tribu, luego a otra donde me recostaron en una hamaca, yo parecía un muñeco de tela, me ofrecieron alimento pero no comí, recuerdo haber pasado la noche hirviendo en fiebre, a mi lado unas mujeres me secaban el sudor, no sé cuánto tiempo pasó, las mujeres me daban cierto brebaje con una cuchara del cual apenas bebí unas gotas y no por su sabor, pues ni recuerdo si era agradable o desagradable, sino porque sentía mi garganta apresada por un gran puño y no lograba tragar nada, mi mente trataba de analizar mi aventura pasada, hallar explicaciones lógicas, comprender por qué no pude percibir al verdadero ser que había en Saagú a pesar del tiempo transcurrido, el esfuerzo que seguramente le costaba mantener una apariencia humana, me imaginaba a Rogelio, herido junto a mí, considerando que a mí alguien me esperaba y sufriría mucho mi ausencia mientras él no tenía nada que perder, percibía sus deseos de estar en mi lugar, agonizante, muy pronto invadido por hormigas y escarabajos, acabando con mi cuerpo del cual mi familia no podría ya despedirse, me dolía el corazón al percatarme de su gran cariño y aprecio; Saagú llegó por mí, pero escuchó la plegaria de Rogelio, ¿cómo entender que en plena selva salvaje y agreste haya tal inteligencia y sea capaz de conmoverse?

 Me llevaron en canoa a la población más cercana, de ahí me trasladaron en carro a la cuidad y de ahí a mi país; solo cuando me reuní con mi familia y sentir el cuerpo tibio de mi mujer junto con el rostro alborozado de mi hijo pude comprender la magnitud de la dicha que Rogelio me brindó con su sacrificio,  debo reconocer que también me dio tristeza, no pude confesarle a nadie que yo vivía una vida prestada, que el amor se manifiesta en los peores momentos y a veces de quien menos esperamos, no pude decirle a nadie que no era el mismo, que ya no podría volver a serlo, que había recibido una lección inolvidable y que ya no soportaba el encierro de ninguna especie, a partir de entonces se desarrolló en mí la excentricidad de comprar pájaros, ardillas, tortugas y otros animales comunes en los mercados tan solo para liberarlos, inculcándole así mismo a mi hijo el respeto a la libertad de otros así fueran personas o animales, esos momentos de ver correr o volar a un animal eran tan gratificantes para mí como el mismo hecho de estar en el aire o descifrar el mecanismo de un motor; por eso hoy,  tal y como me fue encomendado doy testimonio de mi experiencia para quien sepa comprenderlo.

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