Me estoy despidiendo de ti
en palabras como una catarsis,
porque el destino es así,
nos acerca, nos aleja.
Y sin ganas sinceras de tu alma,
el destino gana.
Morrigan se prepara para la batalla.
Su oz, martillo y escudo,
sus años que pesan en la espalda y la experiencia ganada,
alistando firmeza para la lucha esperada.
Morrigan dando pasos hacia el sendero desconocido que le marca el destino
Y yo, descargándome en ella,
suelto esta alma que pesa dejándome llevar.
Ella, a quien retuve este tiempo,
te tiene grabado en su mente, te espera,
siendo consciente de que no vendrás.
En esas conversaciones que sólo nosotras podemos tener
le he explicado y ella ha transmutado su querer.
Hoy, es luz blanca, pureza, ternura, levitación,
siendo este motivo suficiente para no abrir las rejas de su cárcel,
y esta noche melancólica recostarse dejando lágrimas caer.
Lágrimas que brotan a tu pesar.
Tú, que vienes del centro de la Tierra
que eres fuego, pasión hecha carne y hueso
entiendes de miramientos.
A ti, que te mancharon los apegos
escuchas juzgamientos,
siendo tus azabaches esquivos a mirar este amor voraz,
del fuego para el fuego.
Y las palabras desestructuradas,
escape de nosotras dos
mientras Morrigan nos abraza en un consuelo,
y lentamente nos lleva al fondo de su corazón,
son nuestro último aliento mientras nos dejamos morir
en el fuego, tú fuego;
Mientras nos apagamos lentamente,
en el amor voraz que nació del fuego y solo le pertenece al fuego.
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