Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
Amor resplandeciente se vierte en la abertura
nutriendo un cuerpo enjuto, desnudo ser etéreo
como de humo, o solo el flujo, en una burbuja
el mundo, infinito bajo la yuvia de su líquido fuego,
fecundo de sueños mientras subiendo peldaños
reyeno los huecos con ecos de cantos inusitados
que antaño musicaron el momento de nuestro encuentro,
pretexto para establecer el nexo entre extremos
opuestos cuyo contacto creó un escudo contra adversarios
alrededor de nosotros, abierto cielo al abrazo
que acogemos alborozados: es bueno el presagio
cual trueno esporádico, mágico don regalado,
sembrado pronto, al fondo, donde el musgo
abriga la vida esencial que habita en cada alma,
la flor secreta, jamas entregada a modo de tributo,
el viento interno, cinético impulso, libertad alada
realizada gracias a una larga y concienzuda búsqueda
de esperanza en la lectura de la blanca runa
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