A mi querida Madre

Querida madre, tú que fuiste el sol de mi cielo,
el mar que mece mi barca en el oleaje del anhelo,
eres la rosa que perfuma mi jardín de vida,
la estrella que ilumina mi noche más dormida.

En tus brazos encontré el nido de la ternura,
y el camino que me llevó a la cumbre de la altura,
fuiste la luz que alumbró mi oscuridad,
y la brisa que acarició mi soledad.

Tus ojos eran dos luceros de la verdad,
tu voz, el canto de un ave en la inmensidad,
tu piel, la caricia que me llenaba de amor,
y tu alma, el secreto de mi existir mejor.

En ti descubrí la fuerza del amor más puro,
y el aroma de la esperanza en el futuro,
tu vida fue una canción que me enseñó a volar,
y tu partida, la lluvia que riega mi huerto del llorar.

Madre, tu ausencia es un vacío en mi ser,
una herida que no deja de doler,
pero tu recuerdo es un jardín de flores,
que alegra mi corazón en los peores temores.

Porque en cada latido de mi corazón,
tu amor es un eco que me da la razón,
y tu alma es la luz que me guía en la oscuridad,
y me muestra el camino hacia la eternidad.

Madre, eres el viento que sopla en mi rostro,
el abrazo que me envuelve en tu costado,
eres la savia que alimenta mi vida,
y la luz que me acompaña en mi partida.