No pude entrar en ti,
y quise...
Nace el día,
La cama tiembla de sueño,
la noche larga, sinuosa,
la fiebre perlando tu cuerpo,
y el mío es impotencia.
La noche dice adiós llorando
la posibilidad que no sucedió,
tu cuerpo tiemblando de ganas,
mientras hay boca hay hombre,
y las manos en su cuenco
no bastan para tanto diluvio.
Nace el día,
y te miro despierta,
el sueño no llegó a tu retina
porque el deseo no cerró tus ojos.
Te abrazas a mi espalda
implorando el milagro.
La inactividad de tantos años
hace complicado el intento, y lloro
por dentro el placer que no te doy.
Me empiezas a besar el cuerpo,
empiezas suave sobre los labios,
y a los labios sigue el cuello, y al cuello
el pecho hasta llegar en un reguero
hasta el nacimiento de un río sin agua.
Te afanas en despertar aquello
que pugna por seguir en su invierno;
eres todo amor y deseo y ganas
de que el mástil se haga vela
y la vela viento, y que el tiempo perdido
entre tanto intento tenga su recompensa.
Parece que por un instante tu ruego
va siendo escuchado por el más alto.
Parece que quien duerme va abriendo
poco a poco los ojos, que se levanta lento,
parsimonioso y va atiendiendo razones,
que inhiesto pide calor, saliva, besos, lengua,
y tú se los vas dando, suave, como entonces,
como aquellos besos que me enseñaste a dar
detrás de una columna, furtivos, escondidos
de quienes suelen mirar tras las celosìas.
Parece que esta bella durmiente va saliendo
del conjuro al que la desgana y la falta de amor
sometió antaño, hace demasiado tiempo, tanto
que casi pierdo el día y la hora en que sucedió
por última vez y sin mucha pasión, recuerdo.
Nace el día y te abrazo, te entiendo, resisto.
El sudor va bajando hasta perderse
en el vapor invisible de la habitación,
y una música, de fondo, va permeando
el sentido y la sensibilidad que tenemos,
que nos va invadiendo poco a poco, fracaso
y placer se van mezclando como agua y aceite.
Me suplicas que entre en ti sin perder
la esperanza, yo tampoco, nunca, contigo.
Dicen que la esperanza quedó al fondo
de la cajita que Zeus regaló a Pandora...
Una cajita de música, de esas de muñeca
y claro de luna de Beethoven, la que tenía
de pequeño en el tocador de mi madre,
al lado de la caja de caramelos solanos
que me gané en clase en un juego de tablas
de multiplicar —lo recuerdo como si jugara ahora.
Seguimos abrazados, te amo más por lo que
no te doy, y sigo en deuda —no le cuentes esto
a tu marido, es mejor que no lo sepa...
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de mayo de 2023 a las 07:46
- Comentario del autor sobre el poema: Cuando no lo das todo, o aún dándolo no quedas conforme, se te abre dentro una especie de grieta débil, de un grosor casi imperceptible, que te comunica con un abismo.
- Categoría: Familia
- Lecturas: 16
- Usuarios favoritos de este poema: Romey, VOZ DE TRUENO😉, alicia perez hernandez
Comentarios1
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