La lucidez es la locura.
La victoria no es de la mente,
es del momento.
Incito a lo escondido y superior.
Es el amor la conciencia y la huida,
ir por la muerte enseguida.
Tomo aire, respiro, saco mi encendedor,
y que caiga el dolor de las sienes,
que todos los rencores se olviden
y sieguen, fanática es la risa del llanto.
Internamente somos salvos,
es imposible no sentir la carne en su caldo,
alma clavada en la herida.
Perdóneme Dios esta tarde,
por mis ojos.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.