Evocación

el brujo de letziaga

Y a veces me pregunto:
¿De qué adolecía aquella dama?

 

Que se convirtió en una metáfora inacábada.
En una hoja desprendida de una rama
que cayó fuera de mi caminar.

 

Se fue por una acequia anónima
donde los sueños se rompen con facilidad,
lo que me hizo reflexionar
dónde se iniciaba el amor... y dónde acababa.

 

Me remitió una carta con su pesar
y escrita con un presagio difícil de cambiar.
Venía sellada con el relente de la poquedad
desde la abulia y su flojedad.

 

Era la amargura de un cauce vacío.
Como una desolación de un verano con frío.
Un viento arrastrado por el asfalto.
La pluma que machaca el amor.

 

Cómo pude amar tanto
que no es posible librarme de su recuerdo,
pensando en ella como ahora pienso
y suspirando en cada verso.

 

Y es que a veces, al escribir dentro de mi soledad,
reconozco al silencio de la memoria,
aunque la nueva primavera
me invite a evocar su añoranza.

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