Ironías del destino

Alberto Escobar

 

 

 

Prefiero soltar...
La atmósfera me pesa,
¿o me pesa tu pensamiento?
Imploro a la vida quitarme el peso,
pero el peso sigue pesando.
La vida —veo— no te da lo que pides,
no saca su varita mágica 
para concederte un deseo —no es 
el genio de la lámpara.
La vida mueve las piezas 
que bailan a tu alrededor
y las reordena, y a ti te toca mover ficha. 
Ayer, ironías del destino, me introdujo
entre las piezas una nueva, inesperada.
Me llegó —y lo leí nada más sentarme— una nota,
un mensaje de cambio, de abandonar la labor
que estuve cumpliendo durante más de tres años
para embarcarme en otra —no pude negarme 
aunque quise.
Cuando salí, a las ocho, solté el perro que llevo
dentro de la cabeza para que se solazara un poco.
Empecé a aceptar, cuando al recibir la noticia
era un cúmulo de lamentos y malos presagios
—no en vano estuve en ese cometido apenas un año
y salí porque los resultados no me acompañaron.
En esas me debatía cuando de repente me sentí
liberado de tu pensamiento, y me sentí bien, 
es lo que quería realmente. 
Entendí con claridad que mi empeño de amistad
era un subterfugio para seguir insistiendo 
en lo mismo, que no tenía sentido ni razón,
y prueba de ello es tu deseo de soltar también 
—aunque quizá te engañe el rescoldo que todavía 
permanece en tu brasero, también.
No sé si sería posible construir una amistad
sin tenerte en la cabeza, como todavía te tengo...
Es mi deseo, no tenerte, me pesas demasiado
cuando recibo a cambio apenas una zanahoria.
No me salen las cuentas. Te envidio que ya no me tengas
en la cabeza —ojalá pudiera yo. 
Me persigno para ello, hago votos y sigo viviendo. 
Esa sensación repentina, quizás producto de un aire
de renovación que trajo la noticia, me sirve de anclaje
para intentar el logro que persigo desde el principio,
diría, aún sin saberlo, y es el de desprenderme de ti,
aunque en ese afán haya logrado llegar a tu boca, 
cosa que me llevo para mis adentros. 
Ironías del destino. Soy Tántalo en el siglo veintiuno. 

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Comentarios +

Comentarios1

  • Carlos Eduardo

    Wikipedia
    Tántalo (padre de Pélope)
    Después de muerto, Tántalo fue eternamente torturado en el Tártaro por los crímenes que había cometido. En lo que actualmente es un ejemplo proverbial de tentación sin satisfacción, su castigo consistió en estar en un lago con el agua a la altura de la barbilla (otras versiones del mito se refieren a la rodilla o la cadera), bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. Cada vez que Tántalo, desesperado por el hambre o la sed, intenta tomar una fruta o sorber algo de agua, estos se retiran inmediatamente de su alcance.14​ Además pende sobre él una enorme roca oscilante que amenaza con aplastarle

    🕊️🕊️🕊️

    • Alberto Escobar

      A eso me refería. Un abrazo Carlos,



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