“Tengo una mala reputación”, así dicen los desconocidos,
De boca en boca cruzan mitos que dan miedo,
Mientras me paseo por el muelle de la despreocupación.
Tal vez he hecho algo malo, ¿acaso me van a sentenciar?
¿Acaso han estado a mi lado para afirmar que sucedió?
Los rumores que dicen de mí nunca podrán afirmarlos.
El silencio de sus labios grita “¡somos mentirosos!”
Cada vez que la verdad se aparece detrás ustedes.
No soy un vestido de novia,
Tampoco soy lencería sadomasoquista.
Ahora tengo en mis bolsillos las respuestas a:
“Eres un maricón, ¡Qué gran desgracia tienes!”
Estoy sorprendiendo a la sociedad
Sin tener que hablar ni hacer nada.
Las arenas del tiempo caen sobre ustedes como agua,
Mi tiempo es magnífico, el suyo ya ha terminado.
No negare que me duele cuando me tiran serpientes,
Pero he sabido tomarlas y domesticarlas a mi antojo.
Tengo una mala reputación según a los puritanos,
Tal vez quieren que salte del puente, así ellos ríen.
Podre haber escuchado el sonido de sus balas,
Pero sentirlas sobre mi cuerpo, nunca acertaron una,
“Míralo como se pierde ante los ojos de Cristo,
Míralo, debe estar regalándose a los hombres promiscuos”.
Qué bonito es la sonoridad de las palabras perdidas,
La vida es tan corta para navegar en barcos ajenos.
Tengo una reputación, ellos creen que está peligrando,
Los embusteros nunca ganan sus partidas.
La ciudad escucha pero sabe qué significa verdad
Y las frases de ustedes no contienen nada real.
Tengo una lista de nombres que no entraran a mi paraíso,
Tal vez eso no les importe, y hasta les permito reírse,
Pero, deberían preocuparse de la lista que tiene Dios,
Pues “Él ama al pecador pero no el pecado”.
Al final de la historia ustedes como yo seremos juzgado,
Entonces, ¿Por qué continúan destruyendo mi reputación?
Tengo una mala reputación según quienes me desean ver caer,
Pero ni con palabras de odio, ni acciones que matan
Podrán conmigo ni con mis seres queridos.
La vida no es como antes, ahora veo puentes,
Ahora veo lugares que antes no se encontraban.
Soy una bola de espejos que alumbra mi destino, eso es lo importante.
- Autor: Daniel De La Guardia (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de mayo de 2023 a las 04:27
- Categoría: Carta
- Lecturas: 13
Comentarios1
En el barrio todos los no maricones crecimos con uno. Santiago.
Eso fue hace décadas cuando solo habían en todo mi pueblo, máximo, unos 5 entre miles de habitantes. Ellos se conocían y se daban sus escapadas, se visitaban.
Y andaban normal, en su pajarería entre ellos.
Nadie le hizo la guerra, al menos al de mi barrio me consta.
Para mi era abuelo; y negro además.
Todos los de su casa, eran mi familia y la de todos. Abuela Yaya ( su madre y la nuestra ),era propiedad de todos los que creciamos. Su casa siempre estuvo abierta a los que no teníamos tele y fue el refugio de los rebeldes que escapaban de sus casas y se regresaban después de pasar días bajo los cuidados de abuela y de todos en su casa.
Así nos tratamos siempre, abuelo Yayo, Santiago, nunca promovió la mariconería entre nosotros; ni entre nadie, esa solo era para cuando estuviera con sus otras pájaras. Y entre ellos no hacía falta promoverla, ( sería como que un gato le diga a otro gato que el es gato y está cazando ratones por las noches ) ridículo no ?
Abuelo Yayo cocina riquísimo, mejor que abuela.
Eso fue hace décadas.
El nunca tuvo en su mente que lo discriminaban o señalaban.
Con nosotros, los de la patria chiquita, los del barrio, nunca tuvo que lanzar un discurso de identidad.
El solo cantaba y soltaba plumas cuando bebía y se sentía más libre de lo que fue siempre. Nunca se inventó en su cabeza que era maricón porque el siempre supo que lo era y así se definía; mis pájaras, así le decía a sus compinches.
Lo que sucedió después no se; apareció el pollo de importación (inflado se transgénicos y quimicos que anulan la testosterona) y se le hizo la guerra a la grasa saturada ( que es vital para el cerebro y la producción de testosterona ) y se importó aceite cargado de transgénicos y la comida sana y hormonalmente libre desapareció y la comida chatarra químicamente transgénica junto con las vacunas llenas de mierdas desde bebés fue la norma y buuuuumm.
Aparecieron muchos maricones que quizá nunca lo iban a ser si hubieran comido de la comida que nos preparaba Santiago, libre de todo, libre de hormonas mutantes y libre de discursos e ideologías.
Solo la risa, el respeto y la hermandad de haber crecido juntos en el barrio pero nunca revueltos en los asuntos íntimos y privados de cada quién.
Nadie nos programó, ni nos utilizó, (ni siquiera nuestros padres ) fuimos libres de aceptar o rechazar a abuelo Yayo. El no tuvo que hacer nada extraordinario ni nosotros tampoco.
Hace décadas el era el único maricón del barrio, nunca tuvo que proclamar que lo era, porque eso no nos importaba a ninguno del barrio. Hubiera sido ridículo que dijera que era lo que siempre se supo.
Era un asunto personal lo que hacía o no con sus órganos sexuales.
Y hasta hoy lo sigue siendo.
Un asunto muy personal.
Sin miedos mentales y sin discursos de identidad abuelo Yayo sigue siendo uno más entre nosotros, los del barrio.
Gracias por tu poesía Daniel.
Excelente.
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