Te me apareciste entre una muchedumbre.
Te me apareciste a propósito de unos ojos,
unos ojos de otra, que me llevaron a tus ojos,
aquellos que cometieron la mayor de las tropelías,
aquellos que me condenaron de por vida al dolor.
Fueron unos ojos de caramelo, de esos que empalagan
con solo mirarlos, de esos que si se ríen se descauzan
los ríos, de esos que te meten retorciendo un puñal
en el alma y no se le saca ni con el mejor de los cirujanos.
Sí, fue como una ensoñación repentina, una ilusión
desde la penumbra de una pista de baile, unas cejas
pobladas dando marco a unos ojos apaisados, negros
o a lo sumo marrones oscuros, de una mirada
que si te mira te pega un sello de ceniza entre ceja
y ceja. Aparté la vista porque me quebraba con tanta luz.
Ya no miré más, no tenía el valor, era demasiado la claridad
radiante que a modo de racimo salía de sus pupilas,
era una energía desconocida, diría yo, para el más científico
de los científicos, una energía que quemaba por dentro
las arterias, y que el alma, desbordada de tanto fuego,
no podía menos que proclamar su capitulación, bandera blanca.
Decidí darle la espalda, me puse a bailar mirando hacia el amigo
que me flanqueaba a la derecha y queriéndome formar sin éxito
en la imaginación la exacta fisonomía de su rostro, para no perder
el sentido de la realidad —como dijo Úrsula Iguarán ante tanto
ensordecedor ruido de pájaros.
Al rato, a la hora apenas, salía del local para que me diera
el aire, para colocar las piezas del puzle que se me habían trastocado
a propósito de tanta alucinación, y eso que no había bebido...
Cuando volví a recuperar el sitio y los amigos, ella, la poseedora
de esos ojos que me llevaron a otros tan mortíferos, era otra persona.
Comprendí que la que me embrujó ese día, insospechado, inesperado,
convivía todavía en algún recodo de mis adentros, no sabría decir
si se había instalado cerca del bazo, en algún rincón libre que este dejara
al colocarse en el abdomen por el azar de la evolución, o a lo mejor
cerca del corazón, que quizá sea el emplazamiento más probable.
Esa chica solo tenía en común —entendí al recuperar la cordura, cosa
de la que aún no estoy demasiado seguro— con quien tengo dentro
que el efecto sombreado que le producía el maquillaje más la tenue
oscuridad que velaba el entorno le concedió el mismo misterio,
el mismo embrujo, y por culpa de la mala costumbre de las neuronas
de asociar ideas, me llevó a ella, a la que no acaba de irse.
Con la ayuda inestimable de la leve brisa que se iba levantando,
al salir y volver a casa, quise, sin apenas conseguirlo, imaginarme
que era ella la que estaba realmente allí, en su lugar, bailando,
con su pelo ondulado, castaño, sobre el hombro, y sus ojos dibujando
una sonrisa, felices, disfrutando como solo ella sabe, dadas las escasas
oportunidades con las que cuenta para salir; quise que fuera ella,
con su magia y sus ganas de vivir, y no esa chica, que era tan extraña...
Eso fue ayer mismo, por eso ahora, a modo de diario, me atrevo a escribir.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de mayo de 2023 a las 12:27
- Comentario del autor sobre el poema: Una alucinación parecida tuve hace unos meses con otra chica, en otro bar, muy cerca de este, de quien, al igual que de esta chica, todavía no me había desecho afectivamente hablando. Son como brasas que queman todavía, aunque parezca a la vista que fueran fuego extinto.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 19
- Usuarios favoritos de este poema: migreriana, Dante Cruz Velez, Martha patricia B, MISHA lg, alicia perez hernandez, José Luis Galarza
Comentarios3
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Debo disponer de tiempo para leer lo que escribes, porque nunca es breve. Pero no es tiempo mal empleado.
Una historia muy bien contada. Un placer de lectura.
Saludos
Me alegra que el esfuerzo no te sea en vano. Un abrazo Carmen,
bello relato de tu enamoramiento poeta gracias por compartir
Comprendí que la que me embrujó ese día, insospechado, inesperado,
convivía todavía en algún rincón de mis adentros, no sabría decir
si se había instalado cerca del bazo, en algún rincón libre que este dejara
al colocarse en el abdomen por el azar de la evolución, o a lo mejor
cerca del corazón, que quizá sea el emplazamiento más probable.
besos besos
MISHA
lg
No fue de mi enamoramiento, fue que quise ver en alguien a quien echo de menos todavía. Un abrazo Misha,
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