MUCHACHA SALVAJE
A Irma
La mujer que no sabe bailar,
es mujer fácil de amacizar.
Ella, potro salvaje, danza en un remeneo inerte
y febril.
Birlocha en un concierto agreste.
La mujer que no lleva el ritmo,
con su cuerpo efígico y estatuario,
se aleja melódicamente del hombre que la corteja,
del que la sigue
tarareando o evocando una canción.
Ella, la que no sabe el baile,
lleva demasiado coraje en el andar,
rompe con los esquemas de la musicalidad,
la rutina y los extravíos de la melodía.
No conoce de pasos finos
ni de marcha atrás.
Su loca carrera por un piso estrecho,
la conduce frenética y casi mustia
por un sendero turbio de voces,
de ritmos fuertes y rutilantes.
Comunión de aerolitos en plena música.
Su brújula loca y eurismática,
define los ambages insólitas
de una musicalidad exacta, estática.
Vientres, deseos y alientos dormidos.
Asfalto ajado, betuminoso.
Un par de pies
muchacha salvaje,
no bailas por fuera,
tú bailas por dentro.....
Junio 28 de 1999
EL AFAN DE UN SEGUNDO
Un segundo o tal vez en una centésima,
todo puede ocurrir...
el parpadeo de algo viviente,
se nutre de un hombre.
Un cabello ha germinado,
frunciendo el ceño o quizás llorando...
y una lágrima resbaladiza
cae al vacío o se esconde un rostro
que al final es risa.
Los segundos o sus centésimas,
hacen que un corazón mustio, locuaz,
doble campanas de un bronce
elástico, profano, un tanto gastado.
Los motivos que se bifurcan en esas centésimas,
ha hecho inmortales a cada frase
de fardos que pasaron por unas líneas
sinuosas, oscuras,
que semejan a lo que es hoy el mundo.
En la mitad de un segundo, he cerrado este libro,
y allí ha quedado, sin alas
una triste y pequeña mariposa...
Julio 8 de 1999
LA NIÑA DE LOS OJOS TRISTES
Para Adriana
La niña de los ojos tristes
hoy no ha doblado la esquina,
sus ojos grises y esquivos
han traspasado la línea divisoria
de unos sentimientos auténticos.
Sentimientos que tienen
el color de su piel, de su rostro blanco...
esos ojos que no son ojos
sino estrellas inagotables de luz
ondulan por un cosmos distante,
muy próximo al fin del mundo.
Hoy sentado en el lugar de siempre,
recuerdo sus ojos grandes,
que en un afán salutífero
huyen de mí...
me obsesionan.
Pienso en la niña y en sus ojos,
que tristes y grises
llamean un fuego tibio,
muy antiguo.
Ella no sufre, ella es paz.
En su tez se revela el sosiego de los dioses,
en su mirada hay un torrente de dulzura,
hay una fuente fragosa hecha de amor.
Ella y sus ojos tristes,
hoy no han doblado la esquina.
Y eso que es sábado.
Junio 24 de 1999
- Autor: Pleusir (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 30 de mayo de 2023 a las 18:35
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Calamo Azul, Texi
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