Fue en una lluvia de aciertos
que empapé mi cuaderno
con tu tenue
y distante recuerdo.
Al ver que soy nuevo
en sentir el corazón pleno,
respiré aliviado de no verme atado
a lo que me hacía tu esclavo.
Probé la libertad de ser yo,
de crecer a mi ritmo
y respirar mi emoción.
El rezo de la mañana me escuchó,
fue atento a lo que pedí;
oré que me dejara ser feliz,
cuando el rugir del cielo me contestó:
que mi lugar no es junto a ti.
Me hacías bien,
¿En verdad sería así?
La noche pesó mas que el día
después de ver que dejé de sentir
esa emoción de verte
y que mi piel huela a ti.
A cada luna regaba la planta de salir de ahi,
no había forma mas pura de amarla
que juntar lo que lloraba,
debía crecer sana,
tendría que adornar mi almohada,
sería lo que me motivara,
sería lo que faltaba.
Once noches de noviembre
me fueron suficientes
para verte tan diferente.
Vi tu reflejo en mi espejo
abrazando mi mirar.
Luego de tanto tiempo
de gastar mi alma al llorar
me solté de ti en paz
sonriendo a lo que fue,
dejandote marchar
con un beso en tu andar
para que a cada vida
que recorras,
sepas:
no me volverás a encontrar.
Mejor deseo no existe
que el que acabas de escuchar,
soy tan feliz despues de ti
que ahora,
no cabes más en mi.
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