El amante

Anne Black

Estábamos decididos a parar, a no vernos mas para poder retornar a la vida que abandonábamos de vez en cuando en una tarde cualquiera y nos juntábamos a escondidas. Pero no era tan a escondidas, no, porque nos veíamos en lugares públicos, la mayoría de las veces, y hasta me acercaba a casa como si no estuviera el temor de ser descubiertos. Va, yo vivía con miedo, desde que me escapaba de la casa, hasta que volvía... era como sentir que mi esposo me había atrapado e iba a recibir mi castigo con insultos para después agarrar el bolso, revolearme las llaves y desaparecer por la puerta una vez que pegara el portazo con todas sus fuerzas.  Pero eso no pasaba y al rato a mi se me pasaba el miedo y todo marchaba con normalidad, dormíamos juntos, desayunábamos juntos, chumeábamos y cada uno continuaba con su día, hasta la noche que nos volvíamos a cruzar en la habitación. Él trabajaba todo el día y yo tenía tiempo suficiente para concretar con mi amante, porque eso era, aunque suene feo era mi amante. Me apuraba con los quehaceres para salir y verlo, pasarla bien, reírme como hace tiempo no lo hacía, para sentirme amada de verdad, mujer, perfecta según sus ojos que me confesaban mas de lo que salía de su boca. No obstante, como dije al principio, estábamos decididos a dejarnos para vivir con menos culpa, porque ninguno de los dos estaba seguro de querer perder su familia por un simple romance de verano, o una aventura... así que nos vimos por última vez en el 2022 y nos despedimos con un abrazo y una sonrisa, no quise besarlo, aunque sabía que me arrepentiría de no haberlo hecho, porque ese beso que no le di me quedo pendiente. Tampoco dije nada mas que adiós, y también me lo reprocho porque gracias a mi orgullo, a querer irme con la frente en alto y la dignidad completa, ahora tengo atragantadas mil palabras que me llevan a escribir sobre mi amante. A querer decírselas en persona o por un mensaje, pero decirlas aún consciente de que no ganaría nada. 
Y aunque escriba sobre nuestros encuentros a solas no puedo ser detallista, por pudor o incomodidad, porque no me sale detallar momentos íntimos, muy íntimos. Solo puedo decir que en público andábamos como si nada, disfrutábamos del uno y el otro y todo era reír, pasear, sentarnos en un café, charlar y hasta visitar el cine. Cosa que con mi esposo no ocurría nunca, no le gustaba... o mejor dicho, no le gusta ese tipo de cosas, detesta los sitios con mucha gente y menos se pagaría un café o una entrada de cine. Por eso con mi amante todo era agradable y me sentía bien, la verdad es que si hubiese sido por mi, hasta el día de hoy seguiría viéndolo, el tema o el problema fue que él amaba a su mujer, nos amaba a las dos, aunque su mujer era mayoritaria de ese amor y esa fue la razón por lo que terminamos. Ahora no sé qué fue de él y un poco se me paso el enamoramiento, estoy dedicada a reforzar mi matrimonio y que todo marche bien, estoy metida a lleno en conformarme con el hombre que a fin de cuentas, alguna vez elegí, alguna vez le dije te amo, o un te extraño, o he contado los días para verlo y hasta he pisado un altar de su brazo. Entonces no era tan malo, y pensándolo bien, lo quiero, sin embargo, aunque al lector le parezca una locura, también quiero al otro, pienso en los dos en tiempo compartido y acá termina pasando lo mismo que con mi rival, 《es decir, la mujer de mi amante》mi esposo perdía cuando se trataba del pensamiento.

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