Hundo mis manos en la tierra ante la aurora que llega sin esperanza, Como herramientas del alma, la honda y hace más honda, Hasta que enriquece y madura Como jóvenes de risueñas dentaduras. Porque allí donde los encinares abundan rezuman los enjambres su fruto de cera y miel, donde la azada embravece el surco del lamento, donde el alcornocal danza de alegría y muerte, Complace que fuera mi tierra aunque no quede nada ni nadie en ella. !Oh Tierra¡ desconocida y olvidada añeja, virgen de nobleza extrema añorada en recuerdos de sendas que hienden barbechos... mesetas, Donde inmensas hectáreas de encinas Ondean tan suaves a mí vista Qué música aquella en mi corazón todo el día, La oigo en la madrugada y en el crepúsculo Sopla a menudo en todas nuestra tierra,
El viento ábrego que sacude la colina. Caminos que suben montes Atraviesan vastas dehesas que alimentan sus ovejas y sus bestias, donde la alondra común esconde su melodía, pero permanece en el viento su resto cantor, en el roquedal continúa el eco la sinfonía. Quisiera andar por sus campos... ver al águila quieto en el aire claro trigales dorados movidos por el viento, arbustos faltos de interés... obedientes milanos errantes, los mirlos negros..., Y en el angosto camino que amarillea con el codeso cayendo en hondonada sobre el barranco Allí los zarzales llenándose de polvo, mientras miran los juncos, testigos en la ribera, y se responde, el vuelo de las golondrinas en ángulos circulares Es el mismo atardecer adónde condujo mi niñez de versos verdaderos y tiempo de regreso... Con árboles y con pájaros de infancia gratos recuerdos que sosiegan tu alma que no es tiempo, que es espacio. que es ausencia del paisaje perdido..., Monte bajo donde habitan los lagartos y sestean las culebras en solitaria tarde de verano, al sol que mucho calienta. Oír cantar al ruiseñor y al jilguero silbar al tordo, el chirría de la urraca y ulular de las palomas ... Tumbarme a la sombra de la mansa encina que en tardes de sol cobija
cuando el astro indulgente apenas mira, Silencio apenas roto por el vuelo desordenado y errático de alguna mariposa o, de alguna serenata acompañado por una orquesta de insectos.
Y en lejanía, en mis sentidos percibo el agua afónica del aire entre los Riberos, arroyos crístalinos entre níveas rocas, que viajan, carcajean entre las lomas azuladas de las mesetas Y en donde en jornada ancha de pasión entre los juncos el mirlo llena con su canto el llano y los cerros. Y un recuerdo espectral que eternamente sigue, de piedras, el sol de las seis, la perfecta inmovilidad, el encinar. Por ahí, estará, sin duda también el petirrojo y el gorrión, y el rabilargo, cuyo nido se esconde, En la línea comba de las últimas riberas, los ojos amarillos del búho real, la masa de las retamas, el agua estancada... Ramas secas...Tras un vencido sol de baja altura tras caminar por veredas soterradas como un destello de infinita calma, Cruzan aves aisladas el espacio de color indeciso y, allá al final, algunos caminantes pausados se dejan agostar por la distancia,
Entonces el paisaje parece un tapiz misterioso y oscuro. A lo largo la noche rojiza, Ha labrado el sublime silencio. Sólo vibra el cántico del grillo, que aumenta sus ardores, y parece, enfrascada en sueño dulce, el címbalo sónico de la cigarra, De caja con aire de resonancia vibra hasta dejar su abdomen reseco entre las ramas de las escobas y matorrales De ella, que posa en silencio compacto, siente todo el peso tórrido del azul áureo sobre una rama siente la vida y la muerte, Estrella sonora de los campos dormidos, vieja amiga de las ranas y oscuros grillos. Tardes para la jara, con su flor blanquísima, o el escarabajo en el tronco, en la conjetura que no contiene luz, en luz que agita la silueta rápida de la abubilla en vuelo y el color encendido de los abejarucos. Y en donde acaba la luz, el lugar de la mantis, su acecho camuflado entre la hierba, el sitio de la perdiz, de los conejos jóvenes que ven crecer la muerte en su mirada. El final del paisaje es la luz habitada por el tímido sol de esas tardes de Mayo donde deja su huella caliente la mirada, En la que pronto cantará secretos la coguta terronera en el limpio cristal del horizonte, Esa luz aún transitada por el buitre, y de frutos leñosos de los encinares presagia ya otras tardes en la faz de la roca. Mí tierra es esa...eterna solidaria y bella cosida por el sol y lluvias sin límites al mismo tiempo agreste y fértil
ajena, dura, tuya y mía, Concierto de matices, campos que fluyen Como diademas de Montes de olivares encinas y alcornoques. Éxtasis de luz transparente Ondula su techo siempre donde esponjosa nubes blancas e inmaculado azul vibran entre las hojas de sus árboles, Levantan alegría tan intensa unos momentos antes del crepúsculo Como el trigo que se siembra a voleo y que no importa que caiga aquí o allí si cae en tierra. Es una tierra en la que las lluvias de otoño la visten de primavera Es una tierra la que los inviernos duros uno se siente feliz en ella Es una tierra que los vientos ábregos habitan morando en ella Y cuando en verano cuaja el sol Con la brisa rojiza, las aves surcan por el aire claro De tanta estrellas blancas de bóveda azul se Puebla, en crepúsculo azul naranja se desvanece todo su esplendor y belleza. Altares rupestres que hablan de antaño, que nos cuentan sus grandezas, Pavorosa de constantes históricas Son sus hombres que solo hablando Murmurando su vida, masticando el alma Son sus poetas que lloran versos infinitos Son sus pueblos poblados de sudores, de laboriosas manos de trabajadores estentóreas sus venas desde las rajadas uñas, las reviste una piel de invencible corteza, inagotables y generosas fuentes
de vida, de riqueza y nobleza. Son héroes, cientos de héroes rompiendo el silencio Empuñando crucifijos y acaparando tesoros Son hombres laborando las simientes. De corazones forjados por el acero en el surco Donde sus árboles remueven el oxígeno La cubren las cicatrices de guerreros tristes y la pueblan los ecos allende los mares Aires del Oeste, oxidados en medio de nostalgias Endémico mal sin raíces y enjambres Mí tierra es esa..., eterna solidaria y bella Olvidada, nunca fue próspera por aquellas tierras ajenas que eran de otros que las tenían de sobras Soledad alienada se va haciendo vieja Desprendida siempre cedió a otros lo que para ella quisiera Por sus calles hay gentes que vacilan insomnes comprueban con sus huesos que no habrá paraísos ni amores deshojados. Geranios rojos inundan sus patios y vidrieras y un campanario que decrépita rompe el horizonte.
!Despertad dormidas conciencias¡ Como ella nos quiere y espera Ninguna fuerza abata tus sueños
Indicados para traducirlo en la esperanza que nos ofrece el sol portador de todo lo que eres Nada resulta mas alto, el destino es tierra que anda
Ore
Acuarela Autor Ore
- Autor: Ore (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de junio de 2023 a las 17:18
- Comentario del autor sobre el poema: La mente humana es como la tierra_ los pensamientos las semillas Ciertos recuerdos son como amigos comunes…desde mi lejanía, en esta tarde quiero vivir y esta es la vida de noble paz, verdad desnuda.. pues la tierra es un refugio , es un pensamiento no la llevamos en oscuros amuletos, ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella, no perturba nuestro amargo sueño, ni nos parece el paraíso prometido En nuestra alma no la convertimos en objeto que se compra o se vende...Pero en ella yacemos y somos ella, y por eso, dichosos, la llamamos nuestra .
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: Carlos Eduardo
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