PLEGARIA DE DOMINGO - POR ESA CENA QUE HACEMOS ENTRE TODOS

Pampa Dormida-Luis

Qué difícil es hablar de la Eucaristía en estos tiempos.

Ese símbolo inequívoco de la Iglesia Católica.

Ese gesto de Jesús partiendo y repartiendo el pan y luego invitando a beber el vino.

Tan simple y tan profundo.

Eso que está allí, sobre la mesa del altar, símbolo de unión inquebrantable que debemos tener los que profesamos la Fé en Cristo.

Y esto me retrotrae a una historia que alguna vez he contado sobre un pueblo de tantos que conforman nuestra inmensa geografía.

Un pueblo apagado, de gente apática, escondida en sus propios hogares, ermitaños y sombríos.

Sucedió entonces que el resero llegó al pueblo acompañando una tropa y a causa de la lluvia debió quedarse a pasar la noche en los galpones del ferrocarril hasta que amaneciese y poder regresar a sus pagos.

La paga era no solo poca, sino que se iba a efectivizar al regreso a su pueblo.

Le quedaban aun dos días por delante de viaje y no iba a ser fácil.

Bien es sabido que los tiempos de inseguridad y mala administración de quienes nos gobiernan traen rencores, hambre, envidias, falta de trabajo y por sobre todo hambre.

Es como que sale lo peor de cada uno.

Aunque lo mejor también.

Ese año, a causa de la gran sequía y de la poca siembra, no había siquiera harina para hacer pan. (Cualquier parecido con la realidad….)

El resero, a falta de alimento para pasar esa noche, salió a pedir algo para engañar el estómago.

Golpeaba las puertas de las casas pidiendo un pedazo de pan y en todas recibía no sólo la negativa, sino que hasta maltrato y desconfianza.

Llegó la tardecita y nada había logrado pese a los intentos a lo largo del pueblo.

El recorrido lo terminó cerca del almacén de ramos generales.

Allí había un grupo de chiquillos jugando con una bolsa de trapos, a modo de pelota.

Y sacando de debajo del poncho la viveza del hombre criado a la intemperie, les dijo: “Alguno de ustedes quisiera probar un guisito e cuero, esta noche”?

Los niños pensaron que estaba loco.

Y ante la insistencia del resero, uno de ellos le dijo: “Te podemos ayudar?”

Si, dijo él.

Necesitaré leña, encenderemos fuego, llenaremos aquel tambor, y comenzaremos a calentar el agua.

Los niños rápidamente hicieron aquello que él indicaba y la ansiedad empezó a ganarles.

Cuando estaba todo listo, el resero tiró unos tientos dentro del agua y esperó.

Al cabo de un tiempo, los chicos impacientes preguntaron: Ya podemos probar?

Calma, dijo el resero y probó del tambor. “Que rico está este guiso e cuero!!! Claro que si tuviese un poco de sal, estaría mucho mas rico aún”.

“En mi casa hay un poco de sal”, dijo uno de los niños, y salió corriendo a buscarla.

Al regresar, el resero la echó en la olla y al cabo de un rato volvió a probarla: “mmmm, que rico está este guisito e cuero, claro que para estar mejor aún, le faltarían unos tomates”.

Otro de los niños exclamó; “Mi mama tiene muchos tomates en la quinta, así que traeré algunos”.

Y ante esta situación, de a poco los chicos comenzaron a traer cosas de sus casas: papas, algunos granos de arroz, porotos, vegetales variados, hasta un pedazo de carne.

El tambor había quedado chico.

“Que rico está este guiso e cuero”, dijo el resero. “Es el mejor guiso que he preparado en toda mi vida”.

 

“Vengan, vengan a comer y díganle a sus familias que se acerquen, porque alcanza para todos.

Que traigan platos y cucharas”.

Cuando estaban todos allí, viendo que el resero era quien les servía, reconocieron avergonzados que si bien ninguno tenía pan para compartir y lo que tenían apenas les alcanzaba para ellos, al compartirlo, alcanzaba para todos.

Ese día, gracias a aquel resero desconocido, aprendieron a compartir lo que tenían. Aprendieron que podían ser “ *un solo cuerpo, con un mismo espíritu”* pese a las diferencias.

 

Por eso Padre, en esta simple plegaría quiero agradecerte por traer a la memoria alguna historia queriendo dejar un mensaje.

El mensaje de estar atentos a quien anda apretado caminado a mi lado.

Pongámosle la fe del relato del Evangelio de hoy en donde Jesús quiere quedarse para siempre en ese simple pedazo de pan y esa copa de vino, fruto innegable de nuestro trabajo y de nuestra solidaridad para con el otro, formando un solo cuerpo.

La solidaridad es un milagro.

Que podemos ser parte de ello.

Cuando compartimos nuestras poquedades, nos hacemos inmensamente ricos.

 

Mi madre siempre me decía: “Compartamos aunque sea lo poco.

Eso no nos hará más pobres, pero nos hará inmensamente ricos en dignidad”.

Hoy son tiempos de abrir las manos, con lo que podamos.

De dejarnos llevar por la ilusión que podemos entre todos compartir un rico guiso e cuero, y no conformarnos solo con un pedazo de pan, escondidos detrás de nuestro individualismo.

Son tiempos de ser parte de lo que está aún por venir, porque esto también pasará.

Un buen Domingo.       

LHS

  • Autor: Pampa Dormida (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 11 de junio de 2023 a las 10:20
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 4
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.