Entré al bar,
Misterioso e interminable.
Hambrienta de ver tus ojos después de tantos años, al fin, tus brazos se entrelazaron con los míos,
Te siento cerca,
Por fin, nos interrogamos entre miradas.
Nunca antes había besado tanto a alguien con los ojos.
Los dioses encaprichados una vez más me recuerdan mis malas decisiones.
No importa.
Mi mirada todavía recuerda como perseguir los rasgos de tus comisuras.
Me siento en un templo,
Que hermosos son nuestros interminables silencios,
Precisos, para devorar cada sonrisa, cada gesto de deseo
El hambre insaciable de quererte sin reloj
El verde de tu camisa es el recuerdo más latente que consigo ahora.
Y me vuelve a llevar a la primorosa forma en la que buscas en el menú un trago al azar:
Margarita.
No me gustan los tragos, pero cualquier porquería sabe bien teniéndote cerca.
Cómo te extraño teniéndote cerca,
Es una cadena muy pesada la que se lleva por desearte, aún así
Te deseo.
Cada día,
A distintas horas.
No creo que lo sepas, o si.
Nunca me importó que estuvieras más lejos que en el recuerdo en cuestiones de distancias.
Esta vez, la palabra mata la cosa.
Y con ella arremete a la lejanía que parece ineludible.
A cada segundo estás más cerca de lo que a veces en realidad estamos.
- Autor: Rea (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de junio de 2023 a las 23:39
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 16
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, alicia perez hernandez, Llaneza, Mauro Enrique Lopez Z., Carlos Eduardo, racsonando
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