En el crisol de tu espera (A mi padre)

Por noches interminables,

mi voz se ha elevado para llamarte,

sin párpados, sin luz, sin esperanza,

mi lengua helada balbucea tu nombre,

como un grito sin garganta, que asfixia,

en la vigilia violenta de esta espera.

He nacido de tu cuna,

aflorando de sueños y anhelos,

hoy el arrullo es de piedra, fría, perenne,

como día que amanece sin pájaros,

con el alma temblando de miedos,

¡Cuánta falta me hace tu voz!

Sin interrupciones, en esta noche llena de pavores.

Hay albores detenidos por silencios,

desde el día que partiste,

corazones suplicantes buscando las palabras,

anhelando las fuertes manos,

que sostenían nuestros días,

esperando tus gestos de paz,

a pesar de los dolores.

¿Quién te arrancó de mi lado?

¿Quién encenderá la luz del día?

Para mañana quisiera escucharte de nuevo,

sin el gemido de un cielo que llora,

ni el lamento azulado de la tarde que muere,

quiero tu voz nítida para guiar a mi hijo,

tus manos firmes para sostenerlo y amarlo,

quiero tu justicia para trazar los caminos,

y tu probidad para transitar sin quebrantos,

quiero tu lealtad para amar y ser consuelo,

y tu nobleza para compartir con mi amada.

Más de una noche te he soñado despierto,

te he llamado entre nostalgias y olvidos.

Mañana sé que vendrás entre nubes,

aún si mis párpados permanecen cerrados.

Venceremos la vergüenza de la palabra que no se dijo,

abriremos los brazos del abrazo que no se entrega,

nos miraremos de frente con los ojos del alma,

y desde el fondo del ser nos diremos.

¡Buen día padre mío! Te he esperado desde siempre

¡Buen día hijo mío! Jamás me he ido