Ver es haber
visto.
—dice no sé si Pessoa o uno
de sus heterónimos.
Mirando.
Mirar un cuadro, acercarse,
colocarse con las piernas
separadas treinta y cinco grados,
alzar la cabeza y con ella la vista,
olvidar problemas, dejar la lista
de la compra para cuando termine,
dejar la mente en blanco cual si
iniciara una larga meditación,
relajar el entrecejo, darle al play
de la atención y dejarse llevar
por sobre la superficie del cuadro,
pararse en cada detalle, cada recoveco,
y recrearse en cualquiera pincelada
que llame la atención, registrarla
internamente, traspasar su significado,
avanzar de nivel de lectura, pararse
en la semántica de los símbolos, en la época,
en la conjunción imperante entre la moral
y las costumbres bajo la que el pintor operó.
Seguir mirando, hacer un barrido cromático
de izquierda a derecha conforme a las agujas
de un reloj que empezó a latir entonces
y hasta mí llega; vivir el cuadro tal si formara
parte de la escena, introducirme sin ser visto
por una de sus ranuras y ser uno del elenco
de sus personajes, hablar con ellos, saber
lo que piensan, lo que sufren...
Pienso en el cuadro cuya ilustración figura
arriba —uno de los iconos pictóricos del genio
daliniano—, y cuya magia se disuelve en un rezo,
en el silencio que lo alberga y el vívido deseo
que pronuncia entre líneas —solo Dios sabe.
De la fructuosidad de la cosecha depende todo:
el hambre de los protagonistas, el de sus hijos
y el del resto de la familia —el cereal es vida.
Confían ciegamente en la generosidad de Natura;
pedirle ayuda al altísimo es parte esencial
de su recogimiento diario, cuando las labores
dejan paso al descanso, antes de refugiarse
al calor del hogar, cuando el sol pasa el horizonte.
El silencio que acompaña a las cabezas gachas
se corta en el ambiente, el susurro que suele
acompañar al fraseo eclesial apenas se adivina;
diría que su religiosidad raya el protestantismo
si atiendo a la sencillez de la escena, fuera de
ornatos y alharacas propios del catolicismo.
La tierra parece seca, el augurio nefasto,
los estómagos se encogen nada más pensarlo,
un rictus en estéreo de tristeza se clava
en sus rostros, en sus mentes, y piden con ahinco
que lo evidente no lo sea, y resistir la envestida.
Los aperos de labranza en todo lo alto, con ganas
locas de trabajar, el rastrillo enhiesto, el arado
no tanto, y solo un color: el marrón desierto.
El pueblo, apenas un campanario a lo lejos,
aguarda ansioso la buena nueva —una cesta
casi vacía en el suelo, del mismo marrón.
Se diría, a bote pronto, que sus poses implican
un entierro más que una súplica si se observa
con más atención. Puede que sea la despedida
de un ser querido: un perro quizás, un neonato,
o puede que su ruego sea en pos de una salud
quebrantada, propia o extraña, cuya salvación
ha sido reportada al que está arriba —impotencia.
También veo un atisbo de esperanza en el verde
que a medida que nos alejamos del primer plano
va adueñándose del lienzo hasta llegar al pueblo.
Quiero pensar que esto es una señal de que
ese Dios al que dirigen sus súplicas está por la labor,
se ha detenido a escucharlas y ha tomado debida
cuenta de la importancia de su mediación.
Eso quiero pensar...
P.D. Si la mirada del lector se percata de algún rasgo
que debería contenerse en el escrito si quiere aspirar
a ser exhaustivo, que no lo dude y lo aporte —estaría
agradecido porque, una vez que el escrito sale a la luz
deja de ser propiedad privativa y se hace mundo.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 2 de julio de 2023 a las 11:54
- Comentario del autor sobre el poema: Pequeña reflexión sobre el "Ángleus" de Millet.
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 10
Comentarios2
Mi estimado Alberto lo que yo observo es un patatal y un cesto con patatas.
Y un matrimonio con fe dando gracias a Dios y a la tierra
Salud y abrazo cordial
Pues sí, será eso, aunque no veo las patatas, no veo nada, ni lo que hay dentro de la cesta. Me temo que mi mirada ha dejado que desear. Gracias por tu aportación, Texi.
También se ve, en la carretilla un saco cerrado y otro abierto, a la espera de llenarse.
El Ángelus por lo que he leído se reza tres ves al día mañana, mediodía y tarde.
Bueno igual yo veo veo demasiado...Y no es que tú no veas nada .
Ya que hay muchas teorías sobre el cuadro. Y puedo estar equivocada.
Saludos 🤗
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.