HERENCIA

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

Mi abuela no me heredó joyas ni bienes, tan solo una memoria: la de una anciana delgada, morena, cuyos cabellos completamente canos se recogían en una chongo cuidadosamente oculto por su rebozo al salir al sol inclemente, ella siempre a la usanza típica de la región, a un edad en que el tiempo se detiene cuando parece que ya no habrá más, los pliegues que formaba su boca al sonreír es lo más dulce que recuerdo.

Mi abuela no me heredó obras de arte, ella lo era, un artesano sin título, su arte era un regalo para sus seres queridos, la puedo ver sentada en su banquillo en la puerta del patio, formando pacientemente flores, pájaros, canastas, frutas y tantas figuras con aguja e hilo, su arte es llamado punto de cruz, algo apreciado por los turistas, pero desdeñado por la gran mayoría de nosotros, sus herederos que no tienen la paciencia ni el tiempo de crearlo; eso y el jardín eran sus pasatiempos.

 Mi abuela no me heredó casas ni terrenos , me heredó el amor a las flores y la paciencia para  atenderlas en su jardín que consistía en unas cuantas rosas, astromelias, galán de noche, lluvia de oro, margaritas, dalias y mañanitas; ella las regaba, las limpiaba de parásitos, de hormigas, de malas hierbas, era jardinera fiel y las plantas respondían con numerosos botones que al poco tiempo llenaban de color su espacio,  muchas de éstas flores iban a dar al altar de la virgen, sobre todo cuando era mayo y me llevaba a los rosarios durante los cuales se acostumbraba que las niñas presentaran flores.

 Mi abuela no me heredó libros ni juguetes, en su vida me regaló cosas tan sencillas como invaluables:  golosinas al final de misa, un raspado en el parque, un boleto en el carrusel, un perrito cualquiera sin raza ni pedigree, pero sobre todo me regaló su tradición oral, me regaló anécdotas que no se hallan en ningún libro, algo que sólo abuelos como ella saben transmitir y sus nietos recrean al imaginar, sienten el miedo a los aparecidos en las noches de tormenta, a la luz de un quinqué, la nobleza de las mascotas, sus lenguajes no verbales, el dolor de las aves en cautiverio, lastimadas de tanto aletear en vano, tantas y tantas fueron las suyas que al saberla recién cruzada al umbral que nos separa de los muertos, desempolvé en mi memoria todo cuanto ella me había dado, no soy una persona que demuestre sus sentimientos lo cual no significa que no los tenga; decidí plasmar en unas hojas, poco a poco lo que yo recordaba, tratando de transmitir e ellas ese mismo cariño que ella sin darse cuenta me inculcó.

 Mi abuela no me heredó joyas y bienes, tan solo respeto por su pasado ancestral, el amor y el odio que provoca el choque de dos culturas, la fe en una dimensión desconocida que en ocasiones se atraviesa en la nuestra, ella nunca mentía, mi abuela era una mujer como pocas, a las que el tiempo respeta su belleza, una belleza autóctona, el comal sobre el brasero hecho con tres piedras, un patio donde deambulan gallinas y patos, lleno de árboles, la selva seca a lo lejos de donde proviene voces que invitan a reflexionar, el humo que se va y lleva el aroma de las tortillas recién hechas, una canción que se ha quedado atrapada en su época, con sus duendes y aparecidos; y ahora que ella no está vienen a visitarme, los recuerdo, en la mente de mi abuela los veía formarse como en una pantalla, salir mágicamente de sus cuerdas vocales, la Xtabay, el Huay chivo, los aluxes son tan reales como lo eran entonces, la choza de mis tíos, con el característico olor a barro húmedo, las travesuras de mis primos, la música de una banda tropical, inventando letras sin vulgaridades ¿acaso pensaba yo en prejuicios estúpidos, en vergûenzas absurdas cuando mencionaba el nombre del pueblo donde nació mi madre? A mi abuela la veo conviviendo con mis antepasados, gente sabia, altamente desarrollada que abandonó su tierra para continuar su peregrinar a dimensiones superiores, como tal merecen las civilizaciones que cumplen las leyes cósmicas dejando a nuestros científicos ante el enigma, inventando teorías acerca de su desaparición.

Mi abuela no me heredó más que la bendición de la tierra rojiza y roca calcárea por donde caminaron sus pies descalzos y eso me basta porque en ellas se esconde lo que más amo, lo que me alimenta , lo que me llama, puedo escuchar sus  quejidos, sus coplas, los pájaros que cantan libres y a quienes nadie debe cortarles el cielo ni codiciar su frágil belleza, su hermoso canto, su derecho a volar, y hasta agradecer a ese sol ardiente del mediodía.

Mi abuela no me heredó joyas ni bienes, me heredó tan solo su vínculo, el vínculo que influyó en lo que soy, su amor tan fuerte que a  pesar de su avanzada edad y a las  casi dos décadas sin verme fue capaz de reconocer mi rostro entre la nubosidad de su memoria cuando ya desvariaba cerca de su fin terrenal, ese día reconoció a la mocosa que la esperaba ansiosa después de sus visitas al pueblo para saber lo que nos contaría y traería cada vez, así fueran unas simples flores, unas jícaras, unos tiernos camotes, tan solo porque traían ese  aroma a selva, a gruta, a pasado que tanto me atraía.

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Comentarios2

  • Henry Alejandro Morales

    ¡Magistralmente Hermoso! Lourdes, La felicito con sinceridad por su nobleza en rendir tan Hermoso reconocimiento y homenajear a su Hermosa Abuela, gracias por compartir su Herencia de Amor mi Estimada poeta; Saludos cordiales y un Abrazo con Cariño y Aprecio desde Venezuela!!!

  • Lourdes Aguilar

    Muchas gracias Henry, honor a los abuelitos que tan tanto nos pueden aportar y cuyo rol se desestima



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