Antes que la sinrazón me arrebate
los lúcidos y frágiles momentos
que entre la ventura y desdén se bate
llena mi alma de tales sentimientos.
Te confieso, amada mía, bien mío,
aún en contra de murmuraciones
y de cruento pensamiento impío
expresarte todas mis intenciones.
Que por asirme fuerte a tu cintura
y enredarse tus labios con los míos
yo sería feliz en lo que dura
tu serenidad frente a mis desvaríos.
El verme reflejado en tus pupilas
y ser el epicentro en tu mirada,
la noble causa por la cual suspiras
sintiéndote también enamorada.
Y como en un murmullo en tus oídos
mis palabras suenen suavemente
y expresar la fe de la moabita
para estar contigo, para no partir:
“No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo.y dondequiera que vivieres, viviré.Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”. Ruth 1:16
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