PRIMERA PARTE
Es derrotada la aspiración de la eternidad
El mundo-dicen-se está acabando,
El gobierno decreta las ofertas
El desespero iracundo amortaja las aceras
Las bombas estallan en la otra parte de la vida.
El Napalm ya no existe
El fosforo incendia el alma
Los gritos son canciones
La navidad quema los arbolitos.
Ya nadie llora
El silencio atormenta
Los ojos miran fijamente
Las almas y los espíritus huyen del horror.
Las esposas no son necesarias para las manos
Los brazos ya no le pertenecen
El petróleo sube, el oro se estabiliza
Las burbujas estallan.
Las generaciones ya no existen
Los viejos miran las estrellas resignados
No son los reyes magos
Es el mercado que nos visita.
La poesía ha muerto
Las palabras desbaratadas se arrastran hacia el rio
El agua muerta corre como la sangre
La garganta seca se alivia con sangre y se ahoga.
Las vísceras ya no se venden
Los cerdos han huidos
Las vacas tristes ya no pastan
El fuego es el dueño de la tierra.
Las lágrimas de los niños forman mares
Los juguetes ahora son de los hombres
Los niños rugen como leones
Los juegos han muerto otra vez.
Ya no nacen como antes
Están excluidos de este mundo
La muerte viene acuñada
Con pobreza y una deuda ajena.
Los viejos libros dicen la verdad
Los desmienten las realidades
La inteligencia ya no existe
La barbarie vuelve con más brío.
Los sentimientos se han fugado
El alma torturada se confiesa atea
Las lágrimas son de inocencia
Pero, aun así, escupe sangre.
Ya no hay dolor ni sufrimiento
Ni conciencia ni pensamiento
La carne ya no sirve
Solo aguanta el sol que le abraza en un adiós.
Pueden decir que es la muerte
Pueden pronunciar su nombre incluso
Ya es tarde, es hora del ritual
Incluso ya no hay nadie en esta multitud calcinada.
Es un desespero por llegar lejos
La han prometido siempre
Pero es la oferta y la demanda
Ya este cuerpo no tiene precio.
¿Dónde están los noveles de la paz?
Debajo de las rocas sus voces se esconden
Caminan descalzo para no despertar la tierra
Así pretenden salvarnos.
El circo se prepara
Los barcos cargan sus tarantines
El dueño desde lejos se frota las manos
Ya no tenemos oportunidades.
No existe diálogo entre fieras
Los colmillos no detienen su ansiedad
El instinto no piensa, la razón muere,
Resucita cuando ya es demasiado tarde.
Celebraciones impunes embelesan
El mundo ríe o se burla
La muerte rendida no importa
La mediática triunfa y la bolsa recupera su ritmo.
Es el final del túnel
Lo más oscuro brota luego
Los culpables se horrorizan
Las ganancias les calman el alma y les da sosiego.
Así caen los inocentes
Las redes los enredan
La mentira los convence
Y el horror no mira ni distingue.
Ellos ponen sin saberlo este cuerpo
Se truncan los sueños
Desaparece la modernidad
La humanidad inicia su nuevo ciclo.
Es todo lo que ponen
La humanidad se sacrifica
La religión santifica al mejor postor
El mercado pone condiciones.
Los inocentes se olvidan que lo son
Su culpabilidad es estar allí sin saberlo
La expansión del fuego los invita con violencia
Ni se enteran que han sido invitados a la muerte.
El pensamiento llega tarde
Las emociones han desaparecido
Las fibras de los músculos tiemblan
El miedo incinera la rabia.
Los pintores deliran los colores del fuego
Los cantantes entonan los himnos del silencio
Los pilotos rugen desde adentro
La llegada de Dios es tardía.
Las oraciones pierden su efecto
La inmunidad avasalla los templos
El látigo del soberbio impone sus condiciones
El perdedor nunca apostó y ya tiene una deuda.
Este mundo imberbe deplora con su llanto
La caída de ciudades inocentes
Hacerse el tonto no es negocio
La muerte es la sinceración de la realidad.
¡Ya basta! Es el grito arrastrado del viento
La profundidad de la tierra explora con sus palabras
Su temblorosa voz resquebraja las rocas
Su pecho abierto invita al precipicio.
Es el fin de la vida
El decreto de los insolentes
La mano invisible
Todo tiene su costo.
Del Poemario “Los Signos De Este Siglo”
Autor: Renny Loyo 2021
Comentarios1
A manera de prólogo
Diciembre, 22, 2013. 10 pm. Las palabras fueron brotando una a una como un chorro que emanaba de mi pecho. Al recordar las guerras de los últimos diez años, me acordé de la vida, de la esperanza, del diálogo y de las cumbres. Me acordé que todas esas cosas en que pensaba mientras el “mundo moderno”, el mundo armado, el mundo soberbio, el mundo de la prensa, el mundo de las noticias, el mundo de las redes, en fin, el mundo de la OEA, de la ONU, discutía con fuego si detenerlo o prolongarlo, todo tenía un precio, lo demás no importa. ¿Qué importa una vida en un mundo donde hay tantas? ¿Qué importan muchas vidas en un mundo donde la producción alimentaria no alcanza para todos? Recordé que siempre había escuchado que solo Dios podía quitarle la vida a una persona. Pero esa verdad se ha ido disipando.
Ahora existe una mano invisible recorriendo el mundo. Siempre ha existido. Todos tenemos un valor agregado y es la muerte. “Los artistas del espectáculo dicen que la muerte es en vano, cuando son otros, los que exponen la suya”. Su precio es ínfimo, hay pérdida total. El alma no ha sido posible envasarla, siempre se escapa como el agua entre las manos. Tal vez lo rescatable entre la podredumbre, sea la dignidad, pero ella es despreciada y por lo tanto ametrallada sin miramientos, debe morir y punto.
Vivimos un mundo de soberbios. Dios está secuestrado, solo lo disfrutan unos pocos con sinceridad. También su gozo vale un gramo de oro, no todos lo tenemos. Nos queda la conciencia de haber vivido, pero nos llevamos el recuerdo con la muerte. El internet nos sustituye y las redes sociales maldicen nuestra sinceridad.
Este mundo vivido, me ha entristecido siempre. Pensé que era yo, que había nacido así, triste, aburrido, melancólico. Pero no, es la realidad que horadó mis emociones y sentimientos. Llevo una culpa siempre de no haber estado allí para detener el odio con mis versos. Lamento que ese sentimiento me haya perturbado siempre. Por eso, regalo estos versos que brotan del alma, para saldar conmigo mismo esta tristeza que ya forma parte de mi esencia psíquica, aunque las lágrimas sigan brotando como un sentimiento de culpa, juro ante mí, ante este despojo de sentimientos que nunca dejaré de escribir la tristeza que me embarga cuando la muerte asola hogares y familias, en cualquier parte del mundo.
Dr. Renny Loyo
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