Consecuencias

Cristina Ro

Hace unos días alguien me dijo que yo le daba mucha importancia a las consecuencias de todas las acciones que realizaba (buenas o malas) y que era evidente lo importantes que eran para mi y el impacto que tenían en mi vida y en mi toma de decisiones.

Honestamente nunca lo había visto desde la perspectiva en la que ella lo planteaba, pero después de analizarlo un poco pude ver cuanta razón había en sus palabras.

Para alguien como yo, tener las respuestas es necesario y no conocerlas puede ser aterrador.

Tal vez porque cuando conoces el cómo y el porqué puedes ver o saber hacia donde te diriges, de alguna manera puedes comprender y controlar el resultado y bajo esas circunstancias no importa si tienes miedo, en el fondo sabes que no hay porqué temer puesto que, conocer el cómo, cuándo y dónde te ayuda a conocer las probabilidades y por ende el posible resultado.

En toda regla siempre hay excepciones y cuando se trata de relaciones humanas no importa cuantas respuestas creas tener o conocer, una simple palabra, un gesto, una acción u omisión puede cambiar el curso del resultado de un instante a otro. 

No podemos controlar las acciones, los pensamientos ni los miedos de terceras personas, no siempre hay una respuesta, un porqué o un como, a veces el resultado puede ser impredecible e incluso totalmente opuesto a la posibilidad existente.

En muchas ocasiones por miedo a la incertidumbre que genera lo desconocido, perdemos la oportunidad de aprender, de vivir el momento, de disfrutar las pequeñas e insignificantes cosas e incluso en los peores casos perdemos lo que realmente queremos o a las personas que amamos y en esa batalla interna constante entre la razón contra la emoción, nos perdemos a nosotros mismos.

Alardeamos al decir que tenemos el control de nosotros, el control de las situaciones, que sabemos lo que hacemos y que tomamos las mejores decisiones basadas en posibles resultados, cuando en realidad no tenemos el control de nada, en la mayoría de las situaciones es el miedo quien nos controla y por lo tanto nuestros resultados serán el reflejo de nuestros miedos más profundos.

Personalmente, mi vida estuvo condicionada a los desastrozos resultados que ocasionaron mis decisiones y las acciones o decisiones de terceros.

El problema radica en que mi sentido de la responsabilidad no distingue entre las consecuencias que yo debo asumir y las que no me corresponden. Tiendo a asumir la culpa de todos los daños ocasionados por mi o de terceros, incluso cuando doy o actuo con las mejores intenciones, porque si el resultado no es el esperado significa que no me esforcé lo suficiente o que permití o entregué demasiado para que las cosas terminaran en desastre. Siempre de alguna manera encuentro los argumentos necesarios para convencerme de que soy la única responsable y culpable.

Mi análisis extremo y responsabilidad excesiva me han puesto en situaciones complejas e innecesarias.

Adopté y acentué patrones inconscientes como un mecanismo de defensa.

En mi intento de no dañar, de no volverme a equivocar o de cometer errores con el menor impacto posible en mi vida o en la vida de terceros, terminé cometiendo errores más grandes y ocasioné un daño en mi toma de decisiones, me convertí en una versión diferente a lo que realmente quería, me privé de vivir, de disfrutar, de sentir y de amar, el miedo se incrustó tan profundo en mi mente que me convencí a mi misma que esta sería mi realidad permanente, una realidad donde creí que tenía el control, donde todo podía ser predecible y manejable, una realidad en la que cada paso estaba calculado y si no lo estaba era rechazado por mi mente.

De alguna forma mi mente encontró los argumentos que necesitaba para convencerme de que viví lo que decidí y afrontar las consecuencias representaba un castigo, me convencí que no era merecedora de sentir felicidad, o vivir plenamente, porque mis acciones pasadas o las acciones de terceros que tuvieron un gran y doloroso impacto en mi vida, me hicieron vivir consecuencias negativas con resultados desfavorables y lamentables.

No era capaz de discernir, no me daba cuenta de todas las lecciones que había en esas vivencias, de todas las cosas buenas que habían surgido de esas decisiones, no era capaz de agradecer y valorar lo que tenía y lo que era. Tenía tanto miedo de aceptar mi presente y cambiar lo que sí podía controlar, mi mente, mis pensamientos, mis ideas, mis inseguridades, podía cambiar mi perspectiva, podía ver la luz pero elegí la oscuridad, era más facil resignarme, era mas fácil quejarme, culpar a los demás, fue más sencillo vivir entre las sombras.

Creo que de alguna manera te acostumbras al dolor, te victimizas lo suficiente hasta que se vuelve parte de ti.

Así que, sí, esa persona tenía razón, las consecuencias han tenido una gran influencia e impacto en mi vida, determinaron mi pasado, mi historia y creí que determinarían mi futuro.

Pensé que si no controlaba el resultado mi vida estaría determinada por consecuencias negativas y así fué, intenté controlar lo que no dependía de mi, porque controlar mis emociones, pensamientos o cambiar mis ideas o acciones implicaba esfuerzo, destrucción y construcción. No es que no estuviera acostumbrada a trabajar duro o esforzarme, es que cuando se trata de trabajar nuestro interior y conocernos, cuando descubrimos quienes somos y porqué, la verdad de nuestra vida y de nuestra historia, las opciones se limitan, ya no puedes culpar a nadie más, ya no puedes huir de ti, lo único que queda es tomar todo lo que ya sabes y destruirte a ti mismo o transformarte. No importa cuanto puedas controlar lo exterior, si no controlas tu interior, jamás estarás satisfecho.

Como todos sabemos toda acción siempre tendrá una consecuencia, pero no actuar representa la muerte. No debemos temer, ni evitar el dolor, puesto que en muchas ocasiones es de la manera en que aprendemos, está bien preveer y tener posibles soluciones a posibles situaciones, pero no limitarnos ni evitar actuar por miedo al resultado. Aprender a tomar decisiones, gestionar emociones y aprender a tomar riesgos son acciones que deberíamos de aprender desde muy pequeños, no siempre habrá un porqué, no siempre podremos descifrar todos los acertijos que se nos presenten, a veces sólo se trata de dar un paso adelante, o de saltar al vacío, de respirar, observar, tocar, oler, sentir.

Sí, una decisión puede cambiar el curso completo de tu vida, una mínima acción puede ocasionar tu destrucción, pero lo que no vemos es que también puede representar tu crecimiento, nos dicen constantemente que todo lo que hacemos, decimos o pensamos es incorrecto, crecemos rodeados de personas aterradas, personas repletas de inseguridades, complejos y miedos disfrazados de verdades y realidades.

Todo lo que hagamos siempre tendrá un impacto, algunas cosas tendrán un mayor o menor efecto en nuestras vidas o en la de terceros, pero movernos es lo que cambiará al mundo, nuestro mundo.

No podemos controlar muchas cosas, pero podemos controlar nuestra mente, podemos entender el porqué somos lo que somos o pensamos de cierta forma, es un camino difícil, agotador, requiere de convicción, aceptación y desprendimiento.

Pero cuando puedes entender los porqués de tu propia vida, cuando puedes comprender que muchas de tus acciones o decisiones fueron el resultado de muchos condicionamientos sociales o familiares, o que fueron el resultado de tus emociones reprimidas, miedos o inseguridades poco a poco te liberas.

Ser libre no significa hacer lo que te plazca e ir por la vida arruinando vidas ajenas, tampoco se trata de ser individualista o egoísta, somos seres sociales y nos necesitamos unos a los otros, todos somos diferentes y al mismo tiempo similares y es eso lo que nos hace únicos, especiales.

Para mi ser libre representa saber quien soy y porqué soy ello, conocerme y aprender a gestionar mis emociones y miedos. Aceptar lo que fuí y mejorar lo que soy. Ya no se trata de tener el control, se trata de tener paz, se trata de aprender a soltar, correr, saltar y volar. Se trata de aceptar que nada es permanente, que somos pequeños instantes.

La vida humana es un recurso no renovable, el tiempo corre y se agota, la muerte llega para recordarnos que somos seres mortales, sabemos que tenemos una vida, pero no sabemos por cuanto tiempo. 

Aprovechemos los recursos renovables que estan a nuestra disposición como el amor y el perdón, son recursos inagotables que al sentirlos liberan nuestra energía y la transforman. 

Tal vez si aprendemos a hacernos responsables de nosotros mismos, de comprender que muchas de las fallas provienen de nuestro interior y no siempre del exterior, si entendiéramos que no podemos cambiar a los demás ni obligarlos a actuar de cierta forma, a pensar o amar desde nuestra perspectiva, pero sí podemos aprender a modificar lo que somos y hacia donde nos dirigimos, tal vez en ese momento desde nuestra libertad personal lograríamos cambiar nuestro mundo entero y si tenemos suerte tener un impacto positivo en las vidas de los demás para que puedan mejorar el suyo.

Sé que puede parecer utópico, pero es real y es posible y lo sé porque lo he visto.

Tenemos tanto poder y no nos damos cuenta...

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  • Autor: Cristina Ro (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 2 de agosto de 2023 a las 03:30
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 13
  • Usuarios favoritos de este poema: Polvora
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