POR ESTA NUEVA OPORTUNIDAD
Me quedo con el final del evangelio de hoy.
“Que poca Fe. Porque has dudado?”
Ayer me topé con él. Un perro negro echado debajo de un banco de la plaza me miraba y no pude menos que sonreír con cierta tristeza. Sabía que algo quería decirme.
Cuando Mario, el Director de la escuela agrícola donde terminé mis estudios primarios, nos presentó al nuevo compañero externo, todos nos quedamos expectantes. Williams, tal era su nombre, era de origen muy humilde y su piel un tanto oscura. Y si. Los niños suelen ser crueles y nosotros no éramos la excepción. Recuerdo aún con cierta vergüenza después de más de 50 años, que en ese momento desee que la seño Esther no lo sentase en el lugar vacío del viejo banco de madera ,al lado mío. Pero así fue. “El negro Willy” pasó a ser mi compañero de banco.
Williams compartía las actividades obligatorias de la escuela y luego se retiraba a su casa. A veces las actividades se extendían hasta la tarde y fue en una de ellas en que reparé en el hecho que en la capilla lo esperaba echado debajo de un banco un perro tipo manto negro.
Nadie quería compartir las actividades con “el negro Willy”. Si bien siempre andaba prolijo, su ropa zurcida, su pelo duro, renegrido peinado a la fuerza y un fuerte olor a transpiración lo hacía un compañero un tanto difícil. Por ese motivo y su aislamiento natural, lo dejamos todos de lado. Inclusive cuando hacíamos fogones y los cantos y la guitarreada inundaban el momento, Williams se quedaba mirando el fuego y jamás abría la boca.
Corrieron los meses que quedaban de ese año y por causas que aún hoy me pregunto, Williams y yo nos hicimos compañeros. Poco sabía de él. Sólo que su madre era cocinera en la estancia vecina, sin padre, y que habían venido de la zona de Tandil. Nunca hablaba de su pasado y se limitaba a estudiar, compartir pequeñas cosas conmigo e ir y venir de la escuela siempre acompañado por su fiel compañero. Recuerdo que en una oportunidad le pregunté cómo se llamaba y sonriendo me preguntó: ¿Cuál? A la tercera vez, riéndonos ambos a carcajadas por lo que yo creí era una chanza, quedamos de acuerdo en que su ovejero Belga se llamaba "Cual". Pasó el tiempo. Williams era un ser raro. Daba la sensación que siempre quería decirnos algo. Y aunque más de una vez lo veía triste, al preguntarle si le sucedía algo su respuesta preferida era: Hay que leer las señales. Claro que por sus características personales nadie se preocupaba demasiado en descubrirlas. Por esas casualidades de la vida nos fuimos haciendo compañeros casi inseparables. En 7mo grado nos preparamos para la Confirmación. La última semana de catequesis se desarrolló normal y todas las tardes íbamos a ensayar a la capilla. Williams estaba feliz y se le notaba en el semblante. Me miraba y se sonreía Recuerdo que en más de una oportunidad me preguntaba para mis adentros: *Que me querrá decir este negro...* Como yo ayudaba en la cocina y casi siempre llegaba sobre la hora a la capilla para empezar los ensayos tanto de la ceremonia como de los cantos, Williams me reservaba el asiento a su lado. Y “Cual” echado debajo nuestro. Era quizá el pacto tácito de Williams con el Padre Hipólito. Williams era el ayudante de la sacristía, ordenaba, limpiaba, planchaba las sotanas destinadas a los monaguillos y tenía ese pequeño permiso. La compañía inseparable de “Cual”
Finalmente el día llegó.
Ese domingo la capilla del colegio estaba atestada de gente. Padres y familiares de los pupilos y los padres de los externos que, como Williams, se confirmaban. Recuerdo que todos estábamos ansiosos. Williams llegó un poco sobre la hora acompañado de su madre y del patrón de la estancia quien sería su padrino. Todo sucedió de acuerdo a lo esperado. Casi finalizada la ceremonia, cuando solo faltaba el Himno a María Auxiliadora, sucedió. Se desató la tormenta y el corte de luz nos dejó sin sonido. El órgano del padre Hipólito dejó de funcionar y todo parecía que iba a empañar el fin de la ceremonia.Todos nos mirábamos. ¿Cantar a capella? Todos hicimos un silencio incómodo. La tormenta agitaba las aguas de aquello que hasta ese momento era un mar calmo. Inquietos, esperábamos una señal.
De algo, de alguien.
De pronto la indecisión de quienes estábamos allí se vio atropellada por una voz que salió detrás de mí. Fue tal la claridad, la potencia, la sorpresa, que nos quedamos todos en silencio…El “negro Willy” nos elevó a todos a través de su voz. La sonrisa y el brillo de sus ojos le daban otro color a su oscuro rostro. Fuimos tocados por algo muy especial. Esa tormenta sobre el lago que todos creíamos sentir, había amainado. Nadie se animó a acompañar... quedamos mudos, absortos, escuchando aquella voz. Rompimos en un aplauso al final del Himno y más de un asistente secó sus lágrimas…
Llegó fin de año, nos despedimos y nunca lo volví a ver. Supe con el tiempo que un accidente había terminado con su vida.
Hoy, Padre, te pido especialmente por esa cuota de Fe de que todo puede cambiar. Hoy nuestra democracia nos exige a caminar sobre sus aguas o a hundirnos definitivamente. Tenemos este día una responsabilidad ineludible con nuestra Patria. Seguir siendo esta vergüenza que somos mientras el viento sopla huracanado dejando muertos, almas rotas, ilusiones perdidas, hambre, o nos animamos a confiar, apoyarnos en nuestra fe y caminar sobre la superficie. Se que hoy encontraré algún callejero echado debajo de algún banco de plaza. Quizá hoy “el negro Willy” quiera decirme algo. Y sé muy bien lo que es. Sin dudas me está diciendo que hoy es nuestra oportunidad.
Buen Domingo.
Pampa Dormida
- Autor: Pampa Dormida (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de agosto de 2023 a las 09:26
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: CARLOS ARMIJO R...✒️, MISHA lg
Comentarios3
Hermoso escrito... También me emocionó y dejó escapar un par de lágrimas por mi cara....
Muchas gracias Carlos.
Un abrazo en este domingo especial para Argentina.
debe ser de extrañar entre las letras
melancolicas letras poeta pero bellas
gracias por compartir
La sonrisa y el brillo de sus ojos le daban otro color a su oscuro rostro. Fuimos tocados por algo muy especial. Esa tormenta sobre el lago que todos creíamos sentir, había amainado. Nadie se animó a acompañar... quedamos mudos, absortos, escuchando aquella voz. Rompimos en un aplauso al final del Himno y más de un asistente secó sus lágrimas…
Llegó fin de año, nos despedimos y nunca lo volví a ver.
besos besos
MISHA
lg
Gracias Misha. Muy amable por tu comentario.
Creo que Dios nos va poniendo Ángeles que nos acompañen y sin dudas que Williams fué eso para mí en ese momento. Y hoy no podía menos que contarlo.
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